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El autor es ingeniero civil. Reside en Santo Domingo
Del enjundioso libro Crónicas de San Cristóbal, de la autoría del Dr. Ramón Puello Báez, relevante personaje de nuestro pueblo, escojo el tema que trae mayor disparidad de criterio entre pensadores y opinantes locales, con respecto a una decisión realizada en su lugar natal por el Generalísimo Rafael Trujillo Molina.
Ésta fue: La adquisición por compra de una gran cantidad de predios agrícolas por parte de éste para extender y conformar sus haciendas agropecuarias en San Cristóbal, y ampliar el casco urbano de la ciudad.
Dicha decisión es abordada en la citada obra por el autor como “despojo” y también las estigmatiza llamándole “infeliz”, cuando para mí es todo lo contrario.
En la página 449, su único párrafo reza así: “Algunos sancristobalenses estudiosos de la sociología local, son de opinión que Trujillo cometió un error histórico gravísimo, al despojar a las principales familias de la ciudad de sus posesiones agrícolas, porque ese proceso tronchó el posible desarrollo de una clase de propietarios productores agropecuarios, con buenas haciendas y una gran riqueza agrícola y ganadera que hubiesen constituido hoy los grandes capitales sancristobalenses nativos que hubieran sido la base de nuestro desarrollo”.
Amable lector: Todo esto de que nos habla Ramoncito sólo nos sabe a poesía, a irrealidad, porque ¿de cual desarrollo habla dicho autor y qué grandes beneficios reportaban esas haciendas y dónde estuvo la gran riqueza ganadera? Si cuando se hizo el acto principal para la primera reelección presidencial del Jefe, efectuado en S.C. en 1934, el gobernante quedó muy avergonzado ante los delegados nacionales, público en general e invitados internacionales, cuando todos vieron a los sancristoberos descalzos, enfermos, mal presentados y desmirriados.
El cronista, nos habla en éste y otros párrafos de “posible desarrollo”, y yo les digo: “Nuestros agricultores poseían estas tierras por lo menos desde el año 1824, cuando el presidente Boyer durante la ocupación haitiana realizó asentamientos agrarios en todos los poblados alrededor de la ciudad de Santo Domingo. Igual que en S.C., los hizo también en: Villa Mella, Manoguayabo, Guerra, Higüero, La Victoria, Monte Plata, Guanuma, etc. Y ahora le pregunto al autor del libro: “Ramoncito ¿son hoy estos poblados donde a nadie “despojaron” de sus terrenos más adelantados o de mayor progreso que San Cristóbal”?
Hasta 1930, la villa agrícola o aldea rural que fue S.C. no tenía escuelas establecidas con carácter oficial, por tanto no contábamos con estudiantes de nivel secundario y mucho menos universitario. Entonces, ¿de cual riqueza o desarrollo nos habla Puello, si mi padre y hermanos para hacerse bachilleres tuvieron que emigrar a la capital?
Cada vez que la Universidad celebraba un acto de investidura y se le llevaba la primera invitación al Jefe con el respectivo listado de estudiantes a graduar, éste siempre preguntó: “¿Hay algún sancristobero en esta lista? Al contestársele que ninguno, entonces se mordía los labios y humillado bajaba la cabeza. Por ello, cuando se creó la enseñanza a nivel secundario en nuestra ciudad, todo joven investido que ingresaba a la Universidad recibía del gobierno un incentivo económico para cubrir sus necesidades básicas.
ULTIMA ANECDOTA
Una última anécdota y al final una consideración conceptual. Al término de la Segunda Guerra Mundial el gobierno del Generalísimo llevó a realización en su pueblo natal un vasto plan de construcción de obras públicas que incluyó numerosas viviendas. Cuando estas modernas casas estuvieron terminadas el gobernante opinó frente a autoridades y amistades que entregaría éstas a las personas en S.C. que en su juventud fueron amigas y familiares de sus padres y de él mismo.
El señor Modesto Díaz Quezada, presidente del Partido Dominicano a nivel Nacional y por demás sancristobero, le hizo la siguiente observación: “jefe, el sancristobero socialmente es muy atrasado, si usted les entrega estas casas a esos viejos de S.C. meterán en los patios pocilgas de puercos, jaulas de gallos, burros y andullos de tabaco. Y siguió diciendo: ¿por qué mejor Ud. no les entrega estas viviendas a los hijos de esos amigos, que en sus gobiernos han adquirido mejores costumbres que sus padres?”. Y así ocurrió.
El Generalísimo nunca quiso, como he dicho en alguna narración anterior, que los jóvenes de S.C heredaran las costumbres medievales de sus padres y ancestros, del cultivo del minifundio para sobrevivencia; del cambalache; las recuas de animales; el andar descalzo y les obligó, por diversos medios, a que ingresaran a la Universidad, al Ejército, a la Administración Pública, las Bellas Artes, la Industria y la Diplomacia.
Hizo lo que tenía que hacer: Introdujo a San Cristóbal dentro del concepto del Estado moderno. Entre estos jóvenes estuvimos el autor de las mencionadas crónicas y quien esto escribe.
JPM
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