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El autor es médico y abogado. Reside en Santo Domingo
Desde que tengo memoria se ha transmitido por la tradición oral que la fruta que comió Eva, cuando fue engañada por la serpiente en el Edén, era una manzana. Ignoro de dónde surgió esa idea, que algunos pintores famosos han inmortalizado en sus telas, porque la historia bíblica, registrada en el capítulo 3 de Génesis, no identifica el árbol ni su fruto, sino que se limita a indicar su ubicación, en medio del huerto.
No se señala ninguna característica distintiva del fruto. Es sobre el árbol, que dice el texto bíblico que la mujer vio que era bueno, agradable a los ojos y deseable. Estos detalles permiten establecer sin ninguna duda, que dicho árbol no era un manzano. El manzano no es un árbol grande y tampoco tiene mayores atractivos como para merecer detener la vista en él y considerarlo bueno, agradable a los ojos y deseable.
En cuanto a las manzanas se debe reconocer que las rojas son llamativas, pero no así las verdes, que se confunden con el color de las hojas; ni las amarillas, que dan la apariencia de palidez. Por otro lado, aun tratándose de una atractiva manzana roja hay que considerar algunas cosas que la descartan. Lo primero es que una manzana en un árbol está expuesta al polvo que eleva el viento y al excremento de las aves, lo que obliga a lavarla bien antes de intentar comerla, porque su piel está muy adherida a la pulpa.
Pero además de un color llamativo, la fruta del Edén debió tener un aroma seductor y la pulpa cubierta por una cáscara que la protegiera y aislara del polvo y cualquier suciedad. Es decir, que tenía que ser una fruta aromática y con una cáscara fácil de despegar de la pulpa, que permitiera disfrutar del sabor de la masa del fruto sin exponerse a ingerir polvo, bacterias, parásitos o cualquier otro tipo de impureza.
Otro aspecto a considerar es la ubicación geográfica del Huerto del Edén y su clima, para en base a esto, considerar las diferentes posibilidades de frutos que concuerden con estos datos. No se revela este detalle en la Biblia, pero algunos estudiosos se inclinan por pensar que estuviera ubicado en el norte de África. De ser esto cierto, la posibilidad de que fuera una manzana vuelve a descartarse, pues la manzana es un fruto de clima frío y el África se caracteriza por su clima cálido y seco.
Dando por cierto que el Huerto del Edén estuviera ubicado en África y considerando que en ese continente se cosechan muchos de los productos agrícolas que se cultivan en nuestro país, bien puede suponerse que lejos de una manzana, el fruto prohibido del Huerto del Edén fuera una de las frutas nuestras, de las que comúnmente comemos durante el verano y ya casi todo el año, por el cambio de los tiempos.
Particularmente pienso que la fruta que más se ajusta a estas posibilidades, por su atractivo color, su aroma y exquisito sabor es el llamado Mango Banilejo. Y digo así, porque en realidad este mango debiera llamarse Mango Sancristobalense o Sancristobero, porque fue en San Cristóbal donde primero se cultivó y de allí fue llevado a Baní por su cercanía geográfica, hasta expandirse por todo el país.
No sé cómo no se me había ocurrido antes, pero, definitivamente, el fruto prohibido en el Huerto del Edén no fue una manzana, que es un fruto sin aroma, prácticamente inodoro y sí pudo ser un mango Sancristobero o Banilejo.
jpm-am
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