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EL AUTOR es abogado y político. Reside en Nueva York.
El Partido Revolucionario Moderno (PRM) en vez de parir un proceso convencional en que hubiera salido fortalecido y quizá más unificado, lo que hizo fue que lo abortó de manera traumática, reflejando con ello la tendencia suicida que acompaña a ese partido desde los tiempos del viejo PRD. Y sin duda, está condenado a pagar por ello, una vez más.
A la hora de pasar balance sobre quién realmente perdió y quién ganó, las apariencias podrán indicarnos que se salió con la suya la fracción cupular, abanderada de que la convención perremeísta fuera brutalmente excluyente de las bases. Pero si descendemos al fondo veremos que quien ganó verdaderamente fue el Guido Gómez Mazara, aunque parezca paradójico.
Y ganó Guido porque se creció dentro de su organización y en la opinión pública como un batallador y un guerrero de buenas causas y consistencia en sus convicciones políticas, las cuales hoy escasean en nuestro entorno político. Quienes lo derrotaron en base a truculencias y malas artes, podrán exhibir el trofeo arrebatado, pero no la dignidad de un triunfo bien ganado.
Ahora Gómez Mazará, podrá decir como el presidente Salvador Allende cuando era bombardeado por los golpistas en el Palacio de La Moneda y le quedaban las últimas balas de su metralleta: “Y dejo una lección de dignidad para la historia a los que tienen la fuerza, pero no la razón”.
Guido se hizo con un gran espacio de liderazgo joven dentro del PRM que nadie se lo puede quitar, porque lo construyó sobre las sólidas bases de propuestas, planteamientos, soluciones, inteligencia y lucidez expresiva, pero sobre todo en solidaridad con los de abajo.
Los que adolezcan de una visión inmediatista, superficial y ligera, dirán que Guido salió derrotado, que le truncaron su ascenso político o que le cerraron el paso, y que, por ende, su futuro luce incierto dentro del PRM.
Pero los que vean más allá de la curva, contestarán que Guido fue un gran ganador, por la justeza y racionalidad de la causa que defendió (sus creencias) a capa y espada, la cual fue abrazada y compartida por la mayoría de la dirigencia baja y media de su partido. Se verá que Guido ganó porque sembró a futuro para recoger la cosecha posteriormente.
Guido ganó abajo, aunque perdiera arriba, y los que ahora se ufanan de estar en la cima y desde su altitud lo ven empequeñecido, debieran saber que todo lo que sube baja. Aunque ganara la aparatosidad del poder y se impusieran los acuerdos de oscuros aposentos, Guido ganó en imagen y en la batalla por la opinión pública, pero sobre todo en el corazón de las bases de su partido, las cuales su cúpula partidaria utilizo para ascender al poder y luego cambio por popis.
A la luz de los resultados del balance de pérdida y ganancia, veremos que en el PRM ganó la soberbia, la ceguera y la insensatez política, y perdió la democracia interna y junto con ella, se menoscabó a las bases en su voz y poder de decisión, que fue la que finalmente perdió.
En esta caricaturesca convención democrática, el PRM ya perdió hasta la M de moderno al resucitar las añejas y retardatarias prácticas antidemocráticas que una vez lo dividió y que, ya se creían superadas en un partido que se vendió como nuevo. Y lo que realmente hizo fue maquillar sus arrugas.
Y el imponerse apoyándose en el poder y la arbitrariedad, constituye un craso error que se magnifica con el agravante de que el Gobierno y el PRM no las tienen todas consigo en el actual contexto nacional e internacional. Las brisas recesivas e inflacionarias no están soplando a su favor sino en contra, y mas aun la incapacidad que muestra su gobierno en dar soluciones a los males que aquejan el país.
Esto se torna más desfavorecedor si se toma en cuenta de que el PRM no es partido de estructura política aun sólida, y sin un liderazgo fuerte que le sirva de soporte para las batallas políticas por venir, sino que es un partido fruto de una situación coyuntural que lo catapultó al poder. Y si no saben por qué ganaron, le costará asimilar las razones por las que perderán en el 2024.
El Doctor Mazara, debe saber (y suponemos que lo sabe por su capacidad deductiva y destrezas analíticas), que todo dependerá de cómo el administre sus emociones. A veces en la derrota esta la victoria, y en la victoria la derrota. Hay victoria que no son más que una derrota anticipada, y derrota que no es más que una victoria por venir. Al final, él será el gran ganador, todo dependerá de cuán lejos lleguen sus convicciones.
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