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El pasado miércoles 7 de diciembre del año en curso, el Congreso peruano votaría si destituirían o no al presidente Pedro Castillo por los cargos de corrupción que pesan en su contra. En un intento de frustrar dicha votación, el presidente anunció la disolución del congreso y la instauración de un gobierno de emergencia.
La medida fue condenada como un intento de golpe de Estado y como consecuencia, el congreso del Perú destituyó al presidente Castillo por permanente incapacidad moral.
El ahora exmandatario abandonó el Palacio de Gobierno junto a su familia y fue colocado bajo arresto por las fuerzas de seguridad. Diana Boluarte, vicepresidenta, fue nombrada para remplazar a Castillo y es la primera mujer en dirigir Perú.
Durante muchos años, la corrupción ha plagado el ejercicio político en Perú, llevándolos a tener seis presidentes desde 2016. El Gobierno de Castillo, a pesar de sus promesas, no logró mejorar este panorama político disfuncional. Durante su gestión, nombró cinco gabinetes distintos y se vieron más de 80 cambios ministeriales en poco más de un año. Muchos de los funcionarios nombrados carecían de la experiencia necesaria o las habilidades relevantes para los cargos designados, lo cual afectó profundamente la continuidad institucional.
Desafortunadamente, el caso de Castillo y de Perú no es único en su especie, ocurre en toda América Latina y ha ocurrido desde hace muchos años. Toda Latinoamérica vive una situación compleja de inestabilidad, social, política, económica, e incluso sanitaria tras la pandemia del covid-19. Este ecosistema afecta a la población de a pie, pero aún más alarmante, es la medida en que perjudica a las empresas y la posibilidad de captar inversiones extranjeras en un ambiente de tanta incertidumbre.
La región suramericana enfrenta patrones similares con una marcada polarización política que va en aumento. Gobiernos que luchan contra la pobreza, desigualdad y corrupción puestos a prueba por un populismo creciente y una desconfianza generalizada en la clase política.
Ante este escenario, apreciamos que hoy en día la República Dominicana es uno de los países de la región de Latinoamérica y el Caribe con mayor estabilidad y la segunda economía de mayor crecimiento en la región durante la última década. Nombrada por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) como una de las economías con mejores perspectivas de crecimiento para el próximo año.
El buen manejo del plan de vacunación, las políticas fiscales y monetarias, así como la apertura del turismo no solo han logrado mantener nuestra economía a flote, sino que además nos han posicionado en un lugar privilegiado en la región.
Por: Orlando Jorge Villegas
ojorge@jvmediagroup.com
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