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Canadá ha procedido como una potencia colonialista con su decisión de instalar en forma unilateral una oficina en República Dominicana para asistir a la Policía haitiana.
Bien que el Gobierno dominicano le advirtiera que no acepta ni aceptará la instalación del centro que Canadá se proponía establecer como si este país fuera parte de su territorio.
El miedo a la violencia en Haití no justifica la violación de las leyes internacionales que se proponía Canadá al establecer una oficina en el territorio sin la anuencia de las actuales autoridades.
La decisión de los canadienses confirma que Haití es todavía un gran peligro no obstante los avances en la gobernabilidad que ha dicho el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Canadá y Estados Unidos han ensayado múltiples iniciativas para garantizar la seguridad y el orden en Haití antes que aceptar el despliegue de una fuerza internacional como la solicitada por el gobierno de la vecina república.
Canadá siempre ha pensado que fortalecer a la Policía, que carece de experiencia y recursos, representa un paso importante para la gobernanza en la nación.
Pero pasa por alto detalles tan significativos como el hecho de que la población se ha tenido que agrupar en brigadas para enfrentar a los pandilleros, que tienen en los crímenes, asaltos y secuestros su principal modo de operación. Aunque solo sea para coordinar ayuda, el gobierno canadiense ha recibido la respuesta que merece.
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