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En Las décadas de mi vida, José Peralta-Michel apela a las figuras nietzscheanas que se relacionan con la historia: 1) construye y deconstruye la memoria de su vida como una hazaña capaz de establecer un modelo para sus descendientes; 2) explora la tradición de sus ascendientes (los Peralta y los Michel) como un cordón fundacional que conecta el rizoma familiar con la historia del país, tal como la «imagen del árbol» en la teoría de Nietzsche; 3) acude -sin saña, sin rencor- a la teoría crítica de la historia, al negarse a olvidar episodios que laceraron ciertos episodios de su existencia: su oposición a la dictadura y vivir el asesinato de su hermano Alfredo Antonio, quien luchó en Las Manaclas junto a Manolo Tavárez Justo, y cuyo cuerpo acribillado tuvo que levantar a orillas de un riachuelo.
Como en «El libro de los pasajes («Das Passagen-Werk», de Walter Benjamín, 1983), que recrea al flâneur, a ese diletante que deambula por la ciudad amada gozando sus vericuetos, Peralta-Michel evoca, observa, ríe, llora y festeja al compás de los ritmos históricos vividos, filtrando en el texto los fragmentos trascendentes de su vida, porque sabe que la historia, al final, saca cuentas desde la aritmética insalvable de los hechos.
El propio Nietzsche lo enuncia en su «Segunda Intempestiva: De la utilidad y los inconvenientes de la historia para la vida»:
«El hombre pregunta acaso al animal: ¿por qué no me hablas de tu felicidad y te limitas a mirarme? El animal quisiera responder y decirle: esto pasa porque yo siempre olvido lo que iba a decir —pero de repente olvidó también esta respuesta y calló: de modo que el hombre se quedó asombrado. Pero se asombró también de sí mismo por el hecho de no aprender a olvidar y estar siempre encadenado al pasado: por muy lejos y muy rápido que corra, la cadena corre siempre con él» (Op. Cit.).
En «Las décadas de mi vida [Memorias imperdibles]», Peralta-Michel teje dos momentos cruciales: uno de extrema felicidad, que narra en el segundo periodo del texto, y el otro en el cuarto; pero ambos tienen como reflexión el nacimiento a la vida y la muerte como una partida definitiva. Allí tiene como protagonista al propio Alfredo Antonio, héroe de «Las Manaclas».
Peralta-Michel narra:
«En los primeros meses de esta segunda década [1941-1950], nuestra familia pasó a residir en la calle Manuel Ubaldo Gómez, de La Vega, en el mismo centro de la cuadra, entre las calles Mella y García Godoy.
En esta nueva residencia llegó a la vida, el 28 de agosto del mismo año, nuestro hermanito Alfredo Antonio, llenando de emoción y alegría nuestro hogar. La casa de madera, más amplia y confortable que nuestro anterior domicilio, se llenó con sus lalaciones y cada día su sonrisa iluminaba los espacios de la sala, la cocina y las áreas de servicio, que estaban construidos de concreto y separadas del cuerpo de la vivienda. (Op. Cit.).
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