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A la reelección parece faltarle espontaneidad desde aquella indecencia política del ¡lo juro! (no cumplido) cuando el Presidente le echaba el lazo a sus “aliados”, evidenciando que han ido como dice la voz popular por lana y han resultado trasquilados. Sólo le insta a trabajar para ganarse el “botellero de nómina” que le garantiza arrimarse y apañarse a la P del Presupuesto, no de la patria. Y la verdad que no resultó tan sencillo como esperaban.
Hasta ahora no hay un documento donde constase qué se le ofrece, solo una carpeta de trabajo político y aquel juramento, hilo del que no han podido tirar para que le lleve a los decretos. Esto no había ocurrido antes, es la nueva norma de unir voluntades bajo el amparo de un protocolo de acción que lo definiría los aportes en votos, es decir, “rendir cuentas”.
Insisto, y es cierto: para un país político tan amigo de las militancias por interés, choca que este enjambre de siglas que acompañará al PRM solo pueda “oler donde guisan”, pero cuando se extingan los vapores estupefacientes de esta candidatura si tropezare en la primera vuelta, este conglomerado puede descomponerse cuando decidan desembarazarse de sus “obligaciones” electorales con un proyecto que no le ata con fidelidad, y vendría la infidelidad de la votancia en la segunda vuelta si la oposición lograse posicionarse para ganar.
Para mi es una gravedad en lo inmediato en el compromiso con Abinader, esa falsa promesa uniformizadora que se deriva de quienes fingen su apoyo porque no tienen nada que “perder”.
El Presidente no le ha cumplido con lo que juró —-lo vimos con cuatro cargos de la Administración y los obvió, prefirió nombrar gente sin arraigo político-—, y un pueblo como el nuestro genéticamente militante donde el oportunismo político es amante del paganismo electoral,todo se convierte en un mercado de re
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