Francia ha aumentado su retórica contra Rusia en los últimos meses, por la derrota que ha sufrido la nación gala, no en el plano militar, sino en el ajedrez geopolítico, ya que ahora está en juego la bonanza de su economía.

Francia controló por décadas a Niger, donde obtenía el uranio que utilizan sus plantas generadoras de energía.

Pero el presidente ruso, Vladimir Putin, puso en marcha una estrategia para impedir que los franceses continuaran explotando el uranio en Niger, así como otros recursos naturales en Burkina Faso, Mali y Etiopía.

Sin el uranio de esa nación africana, una ex colonia francesa, las plantas generadoras de electricidad galas no podrán operar en un futuro, según opinan expertos en la materia.

Ahora Moscú es que controla el uranio que se explota en Niger, por lo que es el Kremlin que decide a quién vender el preciado mineral.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, sabe que la estrategia rusa atenta contra la economía de su país, por lo que decidió endurecer su retórica contra la campaña militar de Moscú en Ucrania.

El mandatario galo afirmó recientemente que “está dispuesto a enfrentar directamente a Rusia en una guerra”.

El Kremlin firmó acuerdos con varias naciones africanas, que incluyen adiestramiento militar, ayuda económica y garantía de seguridad para sus gobernantes.

Se trata de una estrategia que busca controlar la región del Sahel, algo que Rusia está logrando con el envío masivo de tropas a la zona, incluidos buques de guerra.

Su creciente influencia le permitiría controlar una amplia región que va desde el océano Atlántico hasta el mar Rojo, un lugar considerado estratégico para los rusos, debido al gran flujo de mercancías que circula por la zona.

Con ello, Moscú está reescribiendo las reglas geopolíticas en la región, sometida al colonialismo, tanto británico como francés.