Con la escogencia de Garry Conille como nuevo primer ministro, el Consejo Presidencial de Haití sofoca una crisis en la clase política haitiana generada por un primer nombramiento de Fritz Belizaire, quien fue designado de manera unilateral por cuatro de los siete comisionados.

Conille, elegido con el voto de seis de los siete integrantes del Consejo, ejerció ese cargo entre octubre de 2011 y mayo de 2012, bajo la presidencia de Michel Martelly, de quien se dice acumula mucha influencia política, pese a que un juez haitiano dictó orden de conducencia en su contra por supuesta corrupción.

El nombramiento de Conille, que parece contar con el beneplácito de amplios sectores políticos y empresariales haitianos, significa que el Gobierno dominicano tendría un interlocutor válido en el abordaje de una agenda complicada que deben abordar los inquilinos de la isla.

Haití ha logrado suplir vacíos institucionales, como la formación de un Consejo Presidencial, la nominación de un primer ministro y el fortalecimiento de la Policía Nacional, que junto al inminente arribo de una fuerza internacional de estabilización, ayudaría a superar la situación de ingobernabilidad y anarquía.

El nuevo primer ministro haitiano, médico de profesión, se desempeñó durante un año y cinco meses como director regional del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), desde donde ayudó a desarrollar una red de atención sanitaria en comunidades empobrecidas de Haití, lo que contribuyó con su escogencia.
Haití parece disponer de autoridades con la legitimidad necesaria para recibir y acompañar a la misión internacional de seguridad proyectada a arribar a ese país en menos de tres semanas con la misión de contener las bandas armadas que han impuesto un estado de violencia, caos y anarquía.

Las nuevas autoridades haitianas deberían saber que República Dominicana no acepta la instalación en su territorio de centros de refugio, ni renuncia a su derecho de repatriar a indocumentados, aunque siempre estará presta a colaborar con el vecino en lo que no ponga en peligro la soberanía nacional.

El nombramiento de un nuevo primer ministro en Haití, dotado de aparente legitimidad y aceptación política, permitirá que en lo adelante se instale un canal de comunicación directa entre ambos gobiernos, sin necesidad de intermediarios, a través del cual se establezca un diálogo serio, sincero y responsable.