Politología y espontaneidad | AlMomento.Net – Noticias al Instante en República Dominicana.

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El autor es abogado. Reside en Santo Domingo
En 1615, Montchrestien publica un Tratado de economía política, dedicado al joven rey Luis XIII y a su madre, la regente, María de Medicis. Explicado en la petición, la idea de Montchrestien es que el Príncipe debe sobrellevar, frente al Estado, como si se tratara de una casa cuyos limitados recursos deben ahorrarse prudentemente.
Montchrestien opone la idea de la gestión económica, es decir, la «familia», a la costosa conducta del Estado, sobre todo del pródigo Valois. Las leyes de la administración de un hogar deben ser aplicadas por el Príncipe al Estado. Así, Montchrestien reúne y fusiona dos órdenes de conocimiento que el estagirita había distinguido cuidadosamente.
Esta concepción encuentra rápido la garantía de un hombre que no solo fue escritor sino, por así decirlo, el Primer Ministro de Economía Nacional francés: Sully, en su vejez, publica sus Sabios y las economías estatales reales domésticas, políticas y militares (1634). La economía se convierte en el arte, transportado de la casa al Estado, del ordenamiento de las cosas materiales.
En su obra original dedicada a las Tres Edades de la Economía, El señor André Piettre dice muy bien: «El carácter nacional de la economía supera con creces su carácter crematístico». Más adelante, llama a esta economía política «una economía monárquica», invocando el testimonio de Henri Hauser para quien el rey es «el legislador y regulador de la vida política».
De nuevo, con él considerado como el primero de los grandes economistas modernos, con Adam Smith, la economía política conserva su dependencia tradicional de la política.
Se concibe como «una rama del conocimiento del legislador y del hombre de Estado que pretende enriquecer tanto al pueblo como al soberano, en particular con miras a proporcionar al Estado ingresos suficientes para el servicio público».
Pero la posición de Adam Smith pronto surge como un vestigio. A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, la economía se alejó de la política. Se convierte en un sistema lógico de cosas económicas que, según una fórmula aún debida a André Piettre, deben ser «consideradas en sí mismas, por sí mismas y parte por sí mismas».
El conocimiento de esas cosas forma un mundo aparte. Lo económico nuevo estilo no solamente se separa de la política, sino pretende a una total autonomía. El orden natural, para hablar siempre como los fisiócratas, obedece a sus leyes propias. Tiene sus mecanismos espontáneos y sus automatismos reguladores.
Así la economía es propiamente una fisiocracia, esto es, un gobierno de la naturaleza, mientras que la política, sea cual sea el régimen contemplado, es un gobierno del hombre, una antropocracia.
La economía reivindica su autonomía a la vez en el orden práctico y en el orden intelectual. En el orden práctico, en tanto que actividad humana, ella repudia los constreñimientos morales de las Teorias medievales, pero, más netamente aun, rechaza la dominación política de los regímenes en vigor.
En el orden intelectual, la economía se quiere ciencia independiente en relación a las otras ciencias, en relación sobre todo a la ciencia del gobierno del Estado. Ya costoso porque amputa la política de una gran parte de su dominio, la economía es aún más perjudicial para él por sus defensas para reemplazarlo.
No sólo se separa de lo político, sino que lo devalúa al cuestionar su importancia, incluso su existencia. Y, en este punto, coinciden las dos escuelas rivales de Liberalismo y Socialismo.
En muchos sentidos, incluso más que las nociones de libertad y de individuo, la idea detrás del individualismo liberal es sin duda la de la espontaneidad.
JPM
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