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El autor es político y profesor de historia. Reside en Santo Domingo
Poco a poco, en el país se va haciendo cultura el fenómeno de las condenas sociopolítica-mediática cuyos cibernautas-propagadores, más activos e incisivos, son abogados-políticos y “periodistas”-políticos ninguno de gratis; aunque sí cargados de animadversión, inquina y linchamiento ético-mediático; y, de paso, constituidos en paredón de la moral y la ética pública, unos de génesis trujillistas-balagueristas y otros -“periodistas- degradados en hienas que, por décadas, nos vendieron una ética-periodística seudo “revolucionaria” que, hace rato, se fue al basurero de la politiquería y marketing de campaña sucia (de esa jauría salió un vate que de tanto diabolizar al zar del marketing-Vengoechea -otrora eje del mal- se ganó un “situado”) .
Saben el daño que les hacen a nuestra frágil democracia -aunque sea de ir a votar y cierta convivencia sin que lleguemos, ninguno, a ser impoluto-. Porque, en esta media isla, todos nos conocemos y sabemos de nuestra orfandad y serpentina indomable moral pequeña burguesa. Porque entre nosotros, nadie que se cree todólogo resiste vivir sin trascender, aunque haya que hacer de papagayo o de alcahuete, así sea por publicidad, encargo o promesas de campañas….
Y da pena ver y leer esas “sentencias” de redes e impresos -sobre todo, la de un impreso específico- desparramar, titular o replicar “corrupto” -vocablo de moda- sin reparar en el canon de la ética jurídica, la deontología periodística o el más mínimo reparo de la presunción o la espera de la cosa juzgada. ¡No, ya no hay tiempo para esos reparos o pruritos de toga y pluma!
En ellos, el periodismo y la abogacía son trapos (adiós tribunales y salas del buen periodismo) de una “ética” que colapsó por el vellocino y la política de odio y ajustas cuentas partidarias o de periferias mediáticas del proyecto político que se alzó con el poder en una coyuntura política-electoral. ¡Nada nuevo, pero no por ello no deja de ser degradación profesional! ¡Qué pena!
En fin, jamás nuestra política vernácula, de partidos y periferias política-intelectual, había caído tan bajo y pestilente….
¡Dios, líbrame de caer en ese estiércol! Y si alguna vez la ambición material o el deseo de venganza política-personal me tienta, llévame…, porque un país no puede sostenerse, en democracia, con una balanza de “opinión pública” tan ruin y perversa. Suerte que aún queda alguna decencia o prudencia -el dudar-investigar- de alguna prensa. !Suerte!
A esos pocos medios y periodistas, algún día, está frágil democracia le reservará un lugar sagrado…, por no contribuir a socavarla….
JPM
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