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Ser alegres
Acudo a misa regularmente con mi pareja y su hija, que ya lo es mía; el sacerdote de la parroquia es muy acucioso y mantiene una coherencia en el mensaje que quiere transmitir, fruto de las lecturas de la eucaristía este pasado domingo, tercero de adviento, estaba dedicado a la alegría, y las lecturas primera y el salmo se referían específicamente a situaciones que invitaban a estar alegres, pero el Evangelio de Lucas en su capítulo 3 no traía una expresión que destacara la alegría, pero era Juan el Bautista diciendo que el que tuviese dos túnicas, diese una, compartir los alimentos, que los soldados no abusen de su poder, que los Publicanos no engañen con los impuestos y cuando le hacen la referencia que él era el mesías es que dice que después de él viene uno que es superior y que bautizará con el espíritu y fuego. El padre Cordero demostró que esas referencias invitaban a estar alegres, empezando porque el dar y el servir llevan a la alegría.
Hago esta larga introducción porque la semana pasada tratamos como se podía estar alegre en Navidad si nos afecta el duelo y la tristeza, y concluí que un servidor era un vivo ejemplo de ello, de una pasada navidad amarga a esta que se viste de alegría, y que quiero cimentar con estas frases: “No llores porque se terminó, sonríe porque llegó a pasar”, “Una vida alegre es una creación única que no puede ser copiada de una receta”, “La alegría es la forma más simple de gratitud”, “El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional”, “La riqueza consiste mucho más en el disfrute que en la posesión”, “Si tenéis el hábito de tomar las cosas con alegría, rara vez os encontraréis en circunstancias difíciles”. – Robert Baden-Powell.
Yo se que es difícil sonreír cuando la amargura nos atenaza el alma, pero no debemos quedarnos ahí y hay que encontrar formas que nos devuelvan la alegría que será, por sí sola, “algo más que salud”.
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