Si algún dolor adicional tiene este 11 septiembre, cuando se conmemora el 20 aniversario del ataque terrorista a las torres gemelas de Nueva York y al Pentágono de los Estados Unidos, es que transcurre en coincidencia con el abrupto retorno al poder en Afganistán de los talibanes.
El sabor amargo de esta efemérides se multiplica porque precisamente fue en represalia que Estados Unidos invadió a ese país asiático y desalojó del poder al gobierno del talibán, porque lo convirtieron en refugio de bandas terroristas tipo Al Qaeda, la principal sindicada como responsable del ataque criminal del 11 de septiembre de 2001.
Se duplica en esta fecha la tragedia, porque esta precipitada salida de los soldados estadounidenses de territorio afgano la sociedad norteamericana la está viviendo como un fracaso, del que acusan a los gobernantes de turno.
De tal magnitud ha sido el descalabro estadounidense en Afganistán, que el movimiento talibán ha vuelto por sus fueros y con el mismo fanatismo religioso, para retrotraer a esa sociedad hacia estadios del 2001 y borrar toda posible modernización, transparencia y desarrollo.
La mejor prueba de que los estadounidenses no están conformes al recordar este 11 de septiembre a la par del fracaso en Afganistán, es que en reprimenda las encuestas aplicadas inmediatamente después del 15 de agosto, día en que los talibanes entraron victoriosos a Kabul, registran que la popularidad del presidente Biden se ha ido al punto más bajo de su mandato.
Pero al margen de este nada desdeñable ángulo desde el que es imposible no rememorar el 11 de septiembre, hoy es y seguirá siendo un día inolvidable, sobrecogedor, porque la pesadilla que vivió esa sociedad ha superado todas las formas imaginables del horror.
La historia no perdonará jamás el derrumbe de las Torres Gemelas, su secuela de muertes y escombros, sangre y restos humanos entre metales retorcidos.
A veinte años de aquella tragedia, las invasiones, los bombardeos, todas las formas de la guerra continúan mostrando su ineficacia mientras el mundo no ha cambiado mucho desde entonces, y si lo ha hecho, ha sido para peor.
