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Los asesinatos el viernes de cinco personas en episodios de ejecuciones, atracos y asaltos, son hechos reales y no solo sensación ciudadana, por lo que afrontar el auge de la delincuencia y criminalidad representa apremiante reto del Estado, Gobierno y sociedad.

Escenas de encapuchados que disparan con metralletas contra ocupantes de un vehículo en la carretera Mella, del italiano abatido en la Autopista de las Américas, el joyero muerto durante un atraco en la avenida Independencia, la familia atacada a balazos por sicarios en la carretera San Francisco-Villa Tapia, son sucesos reales, no percepción
Aunque esos crímenes se cometieron al otro día de la disposición presidencial de integrar a militares en el patrullaje policial, no queda duda de que esa ha sido una medida oportuna del gobernante ante la eclosión de la delincuencia y criminalidad.

Participación Ciudadana ha advertido que la prolongación del uso de personal militar para afrontar el oleaje delictuoso perjudicaría al turismo nacional, pero lo que realmente lesiona a ese sector serían las frecuentes ejecuciones, atracos y asaltos.

El presidente Luis Abinader proclamó el jueves que el Gobierno garantizará la tranquilidad ciudadana “cueste lo que cueste”, y posteriormente afirmó que “va a haber tranquilidad en los barrios y lo vamos a lograr al costo que sea”. Por el momento, hay que confiar en las promesas del mandatario.

Lo que no parece útil a esos propósitos es que desde el litoral oficial se pretenda usar tan acuciante flagelo como pieza de laboratorio para externar estrambóticas tesis como la de que la mención de hechos delictuosos en medios de comunicación y redes sociales crea la sensación general de inseguridad ciudadana. Se admite que el patrullaje mixto no supone remedio duradero contra la delincuencia, pero sí puede normalizar la situación de convulsión anímica colectiva, en lo que se aplican otras medicinas de mayor o más profundo espectro.

El auge de la delincuencia no es sensación provocada por la divulgación de sucesos delictivos; es una situación anormal matizada por crímenes violentos de alta gama perpetrados por bandas bien articuladas. Su erradicación es compromiso de todos.

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