La historia registra una cantidad de delitos y crímenes que luego de ser perpetrados, quedan sin condena y sin compensación para las víctimas, hasta el punto de que ni siquiera reconocerlos en el tiempo deja satisfechos a los que cargan el dolor de la tragedia.

Y hemos visto casos desde tiempos remotos, en los que genocidios y otros crímenes atroces se cometen, algunos bajo las convicciones ​más absurdas, sin que sus causantes paguen las consecuencias.Pudiéramos citar muchos ejemplos en República Dominicana como el caso de las Hermanas Mirabal, el caso de los jóvenes del club Héctor J. Diaz, el caso del Banquero Héctor Méndez y muchos mas que dependiendo del nivel de penetración social de las victimas se conocen o no.

En una panorámica mundial se podrían mencionar los casos de genocidios en el marco de la segunda guerra mundial en donde millones de personas fueron asesinadas por la locura y fanatismo de una ideología perversa, corrupta y desquiciada abrazada por los nacionales socialistas alemanes, en donde muchos de los causantes lograron escapar a los juicios que sus crímenes conllevaban.

Uno de esos elementos, para solo mencionar un minúsculo ejemplo es el caso de Heinrich Müller, General de las SS y jefe de la peligrosa y criminal policía secreta de Adolf Hitler, la Gestapo, durante ese periodo de conflagración bélica, responsable de miles de asesinatos y torturador consagrado, que todavía hoy en día se desconoce dónde fue a terminar sus días (Si es que murió).

Algunos que no fueron enjuiciados por sus crímenes encontraron finales poco decorosos, muertes a manos de dolientes cercanos o presas de su cobardía como son los casos de Heinrich Himmler y Reinhard Heydrich, responsables del exterminio de judíos y desafectos al régimen nazi en los campos de concentración.

Lo curioso de esto es que algunos de los que cometieron crímenes atroces, lograron escapar y convertirse posteriormente en reconocidos empresarios, funcionarios eficientes de Dictaduras en América Latina y hasta en España como los casos de Joseph Méngüele, el asesino conocido como el Ángel de la Muerte, también el de Eduard Roschmann, mejor conocido como el Carnicero de Riga, quienes encontraron la protección de gobiernos totalitarios y llegaron a aplicar sus métodos atroces contra los enemigos de las cabezas de esos regímenes.

Pero eso no termina ahí, la historia está plagada de casos que las nuevas generaciones desconocen y que deberían ser insertados en los textos escolares para llevar una idea de lo que representa para la humanidad la llegada al poder de personas cargadas de resentimientos sociales, de personas con trastornos de personalidad y de delincuentes vestidos de buena seda a los que solo les importan ellos y sus grupos y nadie más.

Hay una idea, en la cual se establece que muchos de esos criminales encontraron la vista gorda de las autoridades porque al finalizar la guerra en 1945, inmediatamente nació otra guerra entre las potencias vencedoras que provocó que esos agentes fueran reclutados y usados por una u otra parte para infringirse daño, puesto que se aprovechaba la experiencia de estos desalmados para cometer hechos que no podían ser atribuidos a ninguna parte en específico.

Y vemos como aparecen casos que dejan boca abierta a todos y sin respuestas de las autoridades, pudiendo citar el asesinado de Kim Jong Nam, hermano mayor del líder de Corea del Norte Kim Jong Un, el cual recibió un rocío de un agente neurotóxico en el aeropuerto de Kuala Lumpur en Malasia, por parte de dos mujeres contratadas por los servicios de inteligencia de ese país.

Nos pudiéramos pasar toda una vida haciendo alusión de eventos de esta naturaleza en los que los responsables aun no pagan y al parecer nunca pagaran por sus crímenes. Además de que tenemos otros casos de delitos y crímenes que no matan con el uso de armas, sino que son el resultado de cortar expectativas de la gente, mediante la desviación de fondos destinados a mejorar la calidad de vida y que solo son descubiertos cuando existe una voluntad de quienes dirigen en que se llegue a las últimas consecuencias.

Lo cierto es, que la justicia no debe ser selectiva. Quien comete o cometió un delito debe pagar, y todo debe ser dicho y documentado para que quede ese testimonio para las nuevas generaciones, las que al desconocer su realidad abogan por la repetición de los tópicos positivos de esos regímenes y que nunca serán atenuantes para el horror ocasionado en sus despropósitos.

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