EL AUTOR es periodista. Reside en Santo Domingo.
Cuba parece haber iniciado el camino a las transformaciones hacia la democracia, que han sido rezagadas desde hace mucho tiempo.
Es prácticamente imposible mantener un régimen de encierro totalitario de una nación entera, de cara al flujo de las informaciones y comunicaciones que enlazan al mundo de hoy.
Cuando los Castro –primero Fidel y luego Raúl- dejaron el poder, el mundo esperó con ansias el inicio de una desescalada –para usar una palabra de moda- de una situación, que evidentemente ya no aguanta más.
Cuando se produjo el ‘maleconazo’, en 1994, Fidel Castro encaró la situación personalmente, en medio de la multitud, el mundo esperó, en vano, un cambio en la política de presión, encierro, persecución, violación de los derechos fundamentales.
Luego, cuando el presidente Obama desarrolló la apertura hacia Cuba, que incluyeron el estalecimiento de relaciones diplomáticas, sedes de embajadas en La Habana y Washington y hasta una visita oficial del Presidente de Estados Unidos a Cuba. Todo iba avanzando hasta que Trump llegó a la Casa Blanca y la iniciativa se trancó y se volvió al pasado, a los tiempos de la guerra fría.
La alfombra, nueva vez, está tendida. Cuba tiene una nueva oportunidad de revertir el régimen de fuerza que vive y que ofende a la región y al mundo, que con altas y bajas trata de transitar los caminos de la democracia y las libertades. Rusia y China, aliados idelógicos de Cuba en sus momentos, son un ejemplo.
Cuba está, por tanto, en el momento de la concertación, de los acuerdos, de los compromisos, del cambio.
JPM
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