Después de los comicios del pasado domingo, comienza la redefinición de la democracia, la verdadera que no es solo votar cada cierto tiempo en el marco de procesos de manipulación -sobre todo- con el cuento cliché de que “es la fiesta de la democracia”, frase desgastada por tanto pisotearla y corromperla.

Reconociendo que, nuestra cultura -patriarcal, capitalista y “democrática- como decía Humberto Maturana, es una red de conversaciones caracterizadas por la coordinación de acciones y emociones que hacen de la vida cotidiana una coexistencia en la que se valora la guerra y la apropiación de los recursos y que se encuentra inmersa dentro de un sistema de dominación en el que se aceptan las jerarquías, la riqueza y el progreso tecnológico como estrategias que permiten dominar y someter a los otros seres humanos y a toda la naturaleza”, comienza una etapa de cambio.

El desafío a partir del domingo es que, esta democracia nuestra tan desvalorizada, sea algo más que una forma de gobierno generada en un proceso electoral producido por el sistema. Qué sea una democracia construida como forma de vida en la que, el derecho de la ciudadanía, la pluralidad, las diferencias y diversidades, cuenten para fomentar relaciones basadas en el respeto, la justicia, la libertad, la confianza y la transparencia.

El domingo pasado, fuimos a votar a nuestro Colegio Electoral cerca de la una de la tarde, con un ambiente de mucha tranquilidad y presencia fluida a esa hora, cumplimos con una pequeña parte de nuestro ejercicio ciudadano, como cada 4 años desde 1982, que no por periódicamente alejada es la más fácil.

Pero la otra parte, la más compleja, es la cotidiana: cada día pujando por una mejor democracia, inclusiva, respetuosa, diferente a lo que hay, organizada, basada en la transparencia y la justicia, desmontada de viejos esquemas tradicionales profundamente viciados. Una práctica de vida que valide la teoría del término.

Esa será la complicada tarea de estas nuevas y viejas autoridades, reelegidas o por primera vez votadas: dar fe de tanto discurso agotado frente a este pueblo cuyo equilibrio social autoritario y absolutista, ya está roto. El reto de acabar con viejas mañas en una estructura cuestionada, para crear la verdadera democracia por la que hemos creído votar el domingo.

El presidente Luis Abinader reelegido y reconocido, así las demás personas escogidas por el pueblo, tiene ahora la misión de fortalecer la democracia desde el poder justo y transparente.

¡Al pueblo, ejercer la ciudadanía desde ahora!