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Durante un discurso de campaña el 24 de enero en Virginia, Joe Biden fue interrumpido once veces por manifestantes infiltrados que le gritaban asesino por su apoyo a la matanza de Israel en Gaza. Se pudo observar en televisión nacional que, uno por uno, con cada interrupción, los desalojaban del local en forma pacífica. Algo similar ocurrió a John Kelly durante una intervención en el Congreso. Personas con manos supuestamente ensangrentadas aparecían sucesivamente y también eran sacadas de manera ordenada. Lo del doctor Wazar Gómez en Ocoa, atropellado por portar un inofensivo cartelón que alertaba a Abinader de un problema con la salud pública en la provincia, nos dice que en el país hace falta tolerancia, menos idolatría a la figura presidencial y respeto al derecho constitucional a manifestarse.
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