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La noche del sábado suele ser para la mayoría una promesa de bonche, de tragos, de baile y de fiesta, que se espera con ansiedad desde el principio del lunes.
Se colma la ciudad de gente que viste sus mejores prendas, de muchachas que lucen los más variados maquillajes y se llenan los cines, los bares, las discotecas, porque parece una obligación dejar atrás el estrés de una semana de trabajo, de estudio, de preocupaciones, y salir a divertirse, lo que no está mal y hasta es un derecho que la población se ha ganado.
Si la noche del sábado está hecha para gozar, lo aconsejable para nuestros jóvenes será no confundir la diversión con exceso de alcohol ni la alegría con el desenfreno, porque en esa confusión nacen todos los peligros.
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