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El llamado “sexting” ha traído la prostitución a la virtualidad, porque de un intercambio morboso de imágenes de cuerpos desnudos, ha pasado a ser un mercado de toma y daca sexual.
A tal extremo ha llegado esta modalidad que muchas jóvenes la asumen como una fuente de ingresos, entre ellas estudiantes universitarias para costear sus carreras o necesidades domésticas.
Un reportaje publicado ayer en Listín Diario expone el alcance pero también las consecuencias dañinas que esta modalidad ha tenido en Santiago, donde algunas jóvenes han sido víctimas de extorsiones y trampas.
Lo peor es que a ese “divertimiento” se han prestado menores de edad, que utilizan teléfonos celulares u otros dispositivos, muy presentes en los hogares dominicanos, para mostrar sus cuerpos desnudos en video-llamadas.
No han medido los riesgos de que esas imágenes, una vez grabadas, puedan ser utilizadas para mercadearlas en el mundo de la pornografía o para otros fines perversos, con consecuencias de futuro para ellas.
El extendido uso del “sexting” ha conllevado, en el fondo, una desvalorización de la dignidad femenina porque apuesta a una ruptura de todos los patrones de la intimidad y a una exposición del cuerpo como mercancía.
Pero al mismo tiempo ha abierto una ventana de riesgos a través de la cual se cuelan la pedofilia y todas las demás aberraciones que acompañan el libertinaje sexual y la quiebra moral de las sociedades de hoy.
Penoso, verdaderamente penoso.
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