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Elecciones argentinas

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Los resultados del balotaje argentino, donde  resultó ganador el atípico Javier Milei, hacen recordar la segunda ronda  de 1996 en la República Dominicana, donde Leonel Fernández le ganó a Peña Gómez, a pesar de este último haber superado al primero por siete puntos en la primera vuelta, 46% contra 39%, mientras Jacinto Peynado obtuvo un 15%, quedando eliminado, pero sus votos conservadores fueron decisivos en los cómputos finales. El electorado se dividió en peñagomistas y antipeñagomistas, imponiéndose los últimos 51.25% a 48.75%.

En la primera vuelta  resultó puntero, con un 36%, Sergio Massa, peronista, candidato del oficialismo, contra un 29% del ultra Milei, quien levantó un discurso contrario a la clase política y de eliminación del grueso de las instituciones tradicionales. Y en tercer lugar quedó Patricia Bullrich, conservadora, con un importante 23%.

Hay quienes sostienen que los argentinos  se dividieron entre peronistas y antiperonistas. En cierta medida fue así, pero una gran mayoría de jóvenes sufragó por Milei, indistintamente de que resulte ser el paraíso o el cataclismo, porque es un producto diferente a las ofertas democráticas de los  gobiernos de Mauricio Macri y Alberto Fernández.

En la gestión de Macri los argentinos atravesaron por una gran crisis económica, la cual se agudizó, de forma alarmante, en esta administración de los peronistas kirchneristas.

 Los resultados  fueron 55.77% para Milei y apenas un 44% de  Massa, un hombre con discurso sosegado, pero es el ministro de Economía de un gobierno que se percibe responsable de la hiperinflación, que ha reducido el poder adquisitivo de bienes y servicios de la población, aumentando la pobreza.

 Cuando dos alternativas políticas tradicionales fracasan consecutivamente no extraña que los electores apelen a una tercera, como ocurrió en Venezuela con el Copey y Acción Democrática, que se repartieron el poder durante décadas, hasta que provocaron hartazgo y la gente escogió a Hugo Chávez a finales de 1998.

Muchos analistas políticos argentinos y de otros países dan como un hecho el fracaso de  Milei. Depende. Si intenta llevar a la práctica sus ideas  extremistas estaría llevando a la confrontación en las calles y al precipicio. No olviden que la vicepresidenta electa, Victoria Villaruel, quien se encargaría de los asuntos militares, es nieta, sobrina e hija de militares golpistas. Y habla de triplicar el gasto en armamentos.

Contrariamente: si Milei opta por su discurso de segunda ronda, más conciliador, busca consenso político y parlamentario, logrando inspirar confianza en los sectores productivos, estaríamos observando a un presidente que solo necesita corregir distorsiones en el gasto y combatir la corrupción pública. Con el último discurso la situación se mantendría igual y hasta podría mejorar. Hay una vieja máxima que dice: “No es lo mismo llamar al Diablo que verlo llegar”. Sin embargo, Javier Milei es una incógnita como jefe de Estado.

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