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El autor es abogado. Reside en Santo Domingo
Al Dr. José Gilberto Guerra Seijas.
De entrada, la criminalidad organizada no es, ni mucho menos, un fenómeno reciente. Su efecto en la historia social y política de muchos países ha sido ciertamente recóndita, en algunos casos con desenlaces que se estiran hasta su realidad actual.
Pero el crimen organizado es asimismo una inquietud de dominante y gravísima actualidad a nivel tanto nacional como internacional. Durante buena parte del siglo XX se creyó exclusivo de determinados países, una variedad de distinción cultural esta idea comenzó a cambiar pronto en los últimos años del señalado siglo.
Bruscamente, sociedades que habían vivido extrañas al anómalo comenzaron a padecer genuinas sacudidas sociales y políticas provocadas por una nueva y enérgica clase criminal organizada que manoseaba miles de millones de dólares ante la incapacidad del Estado.
El auge del narcotráfico en los países de la región fue una primera señal de alarma, con amplias repercusiones internacionales. Después del síncope soviético y la disgregación de la antigua Yugoslavia, brotaron en escena o cobraron mayor fuerza lo que algunos se avanzaron en bautizar como las “mafias del Este”.
Llegados al momento actual, en el que la delincuencia organizada ocupa casi a diario una o varias páginas de los periódicos, unas veces en la sección sucesos, y otras en las de información nacional e internacional. Pero no todas las organizaciones criminales son mafias.
Esta valoración, o incluso esta “etiqueta”, solo pueden atribuirse a entidades delictivas que tienen una sociología de “sociedades secretas” que practican la iniciación y no permiten la salida voluntaria. A diferencia de grupos criminales organizados que se juntan en función de objetivos precisos y tácticos en el tiempo, las organizaciones mafiosas no conocen otra salida que no sea la ruptura violenta.
La mafia es la forma postrera del crimen organizado, pero se distingue de ello. Para Jean François Gayraud, “una mafia es un grupo social logrado precedencia criminal en un proceso de selección, competencia, dominancia de especies criminales. Una mafia es un organismo social, esto es, un ser vivo y organizado.
A pesar de que la palabra mafia se emplee a menudo como sinónimo de “organización criminal” (cuando se habla de una mafia napolitana, calabresa, rusa, turca, etc.). En su acepción más precisa alude a la Cosa Nostra y tiene su origen en la isla italiana de Sicilia.
La mafia se registra no solamente en el tiempo, sino también en el espacio. Pero, para conseguir la “etiqueta mafia”, deberán reunirse ciertos criterios, salidos principalmente de la observación de las mafias italianas.
Esas organizaciones parecen ser las primeras del género y tomaron dicho nombre hacia 1860. Sin embargo, podríamos remontarnos al comienzo del siglo XIX, para ver la aparición de esta forma de organización criminal, quizás, decimos, salida de antiguas sociedades secretas.
No existe definición oficial de la palabra “mafia”. Pero, varios criterios permiten calificar una organización de este tipo en sentido estricto del término y distinguirla de otras formas del crimen organizado.
Con frecuencia una mafia se construye sobre una mitificación de sus orígenes. Ella cultiva el relato de un pasado épico, cuida su imagen adoptando los rasgos de un bandido de honor. Y esta popularidad, creada y dominada por la organización, sirve no solamente de lazo entre sus miembros, sino igualmente para atraer a los más jóvenes para que, más tarde, quizás se unan a la familia.
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