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EL AUTOR es periodista. Reside en Santo Domingo.
Si partimos de figuras políticas con claro peso específico y en capacidad de batirse con posibilidad de éxito en el próximo proceso electoral, en una pequeña y privilegiada lista solo aparecerían Leonel Fernández y Luis Abinader, más nadie. Desde temprano, el escenario luce polarizado entre ellos dos.
Al primero, en franco crecimiento y consolidación -con juramentaciones y apoyos a su proyecto presidencial casi a diario- le favorece la alta valoración de su experiencia de Estado para el manejo de crisis, y el hecho mismo de estar en la oposición, que ya lidera, con observaciones puntuales al gobierno como colaboración, en tono moderado y en un marco de crítica constructiva.
También seria Fernández el llamado a capitalizar -nunca un PLD echado del poder de mala manera y un candidato producto de un capricho- el disgusto o desgaste natural que pudiera sufrir el gobierno del PRM, si el desempeño se quedara corto en el cumplimiento de las cosas prometidas en campaña o ante las expectativas desbordas que generalmente se hacen amplios sectores de la población, sin pensar en el factor recurso y en un montón de dificultades que debe afrontar toda administración , en cualquier tiempo, este bien intencionado o no su presidente.
Pese a quejas y críticas, Abinader todavía mantiene un buen nivel de aceptación popular (no tan alto como señalara el vocero Omero Figueroa) y, aun sea blanco del ataque de disgustados de adentro o de desplazados que quisieran reciclarse, tiene a su favor los beneficios que le aportan el ejercicio mismo y tener el control del poder político del pais. A dos años para terminar la gestión de cuatro, a Luis le quedan muchas cosas por ver, hacer y resolver.
Como pinta el panorama internacional, es probable que le falte tiempo y recursos para cumplir con el amplio plan agendado, así como con imprevistos y reclamos de diversos frentes, que nunca faltan. Es en ese contexto que – pese a la buena nota en el manejo de la pandemia y salir bien de una apertura económica que se entendía precipitada – algunas cosas pudieran escaparse de las manos y cambiar de color para Luis.
Al centrarse desde ahora el liderazgo, la candidatura y las posibilidades para el 2024 en las figuras de Leonel y Luis, resulta que los ataques o el desgaste que sufra el primero, solo por ser gobierno (¿?), los capitaliza el primero, por encabezar la oposición y vérsele como opción clara en la actual coyuntura.
Por de más, de Luis no estar seguro y declinar para no arriesgar el terreno ganado en imagen por su desempeño inicial en tiempos difíciles, de pandemia y de crisis económica local y mundial, en el PRM no habría más opción válida que la vice Raquel Peña, que no hace sombra (ni es caballo de Troya, agrego), a decir del poeta amigo Cándido Gerón.
JPM
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