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Cuando falleció hace algunas semanas, muchos medios informativos -de menor y mayor significación- se apresuraron a presentarlo no solo como el jefe sino también como el “creador”, el “inspirador” del grupo beligerante anti izquierdista conocido a principios de la década del 70 como La Banda.
Me llamó poderosamente la atención que todos obviaran destacar otros aspectos de las etapas posteriores de quien se llamó Ramón Pérez Martínez y fue renombrado públicamente como Macorís en atención a sus predios de origen.
Y me quedé esperando que en esas informaciones post morten se citara específicamente las incursiones armadas que personalmente dirigió y las muertes que directamente le puedan ser atribuidas.
Pero ni una cosa ni la otra se produjo.
Siempre he considerado que cuando se realiza una pintura ampliada de un “monstruo”, deben trazarse las líneas claras de sustentación que permitan apreciarla como un retrato o fotografía fiel e irrefutable del individuo.
Pero bien. No puedo ahondar mucho en ese período de la vida del personaje, pues, aunque yo era reportero periodístico en Santo Domingo, no tenía contacto directo con esos episodios.
No descarto de plano la participación de Macorís en acciones violentas; solo que espero versiones concretas.
Cuando posteriormente lo conocí de cerca y constaté sus habilidades y dimensiones, pensé de inmediato que esa preeminencia fue ficticia en el grupo parapolicial y simplemente se catapultó al atreverse, por ser el más capaz y resuelto, a presentarse en televisión como “portavoz”, lo cual fue interpretado como un liderazgo que en la práctica no existió.
Se requieren versiones más equilibradas y sustanciadas de quién ideó La Banda y quiénes sus conductores operativos reales.

COMO LO CONOCI
Lo vi de cerca por primera vez en un programa de televisión al comienzo del período presidencial 1986-1970, al volver al poder el doctor Joaquín Balaguer, y me impresionó por su oratoria firme, inusual en los allegados al régimen.
Poco después, un obispo cristiano a quien ocasionalmente servía escribiéndole algunas cosas, me pidió prepararle un documento dirigido a Pérez Martínez haciéndole planteamientos formales sobre la forma en que debía ser manejado el proyecto de remodelación de Villa Juana y Villa Consuelo y la construcción del Expreso V Centenario.
Acompañé al obispo -que había sido profesor del responsable de la obra- a la entrega del documento y por primera vez estuve frente a frente a él. De la conversación salí como un redactor ocasional de informaciones de prensa suyas.
Pronto aprecié que no era una pastillita de Mejoral, el calmante sin rival de tiempo atrás. Tenía los dotes de autoridad de Rafael Leónidas Trujillo. Sabiduría popular. Inteligencia. Lenguaje de todos los niveles.
Al momento de ser encargado de ese proyecto era el representante de una compañía canadiense que supervisaba obras importantes en el país, entre ellas la reconstrucción de la autopista Duarte.
Supe que se había graduado de ingeniero durante el exilio post La Banda en Escandinavia y convertido en poliglota.
Usó mano dura para crear condiciones que permitieran abrir la trocha del Expreso Quinto Centenario en un sector densamente poblado por dominicanos con todos los problemas e inconveniencias.
Recuerdo que una vez una persona le fue a pedir ayuda porque le habían robado un carro. De una vez dijo: “déjame llamar a mi consultor en robos”. Se refería a un conocido ladrón del sector que podía orientar sobre el caso.
En definitiva, el expreso y la remodelación se hicieron y están ahí.
EN LA CDE
Más tarde cayó sorpresivamente en la Corporación Dominicana de Electricidad (CDE) y no solo mejoró el servicio y reorganizó la empresa estatal (en la medida de lo que se podía) sino que resolvió con valentía y firmeza el problema que constituía para el país la existencia del sindicato conocido como Sitracode.
Desde un pequeñísimo escritorio colocado en un reducido espacio a las puertas de su despacho, donde cumplía el humilde papel de Asesor de Prensa, observé muchos asuntos que me llamaban la atención:
-Tres tenientes y un mayor, con ametralladoras cortas en mano, constituían su escolta. Le gustaba ese ambiente militar y el impresionismo.
-Era un actor de primera y no solo actor, sino también dramaturgo y publicista, que sabía cómo preparar situaciones que le favorecían.
-Vasta cultura, capaz de hablar de todo con quien fuera.
-Jovial y despierto, aunque se percibía su carácter de hombre de mando, que no evadía responsabilidades ni pleitos verbales.
-Llegaba a las 9 de la mañana y pasaba horas firmando documentos. Le gustaba que un enjambre de sus funcionarios más cercanos se presentara cada día, bien temprano, a comentar junto a él los hechos del día en el país y el mundo.
-Un día llamó el Presidente Balaguer (él pidió hacer silencio) y le exhortó a tener cuidado con un operativo de corte de servicio que se proponía hacer en Los Alcarrizos. Solo respondía: “sí señor Presidente. Sí señor presidente. Así se hará. Como usted lo dispone”.
-Su sueldo era, asómbrese, de RD$16,000.00. Todos los meses donaba el cheque a la Iglesia Católica. Un conocido sacerdote radicado en la Catedral de Santo Domingo, que no se si aún vive, iba a buscarlo.
-Muchos coroneles, cuando lo visitaban, le hacían el saludo, como si fuera un jefe militar.
-Un día fue a entrevistarse con él una comisión del desmantelado Sitracode, que procuraba liquidaciones de los despedidos. Antes de llegar los visitantes, dijo: “llámame a fulana (una funcionaria de origen chileno de buena presencia y peculiar metal de voz). Que venga para que esté presente. Quiero que los de Sitracode crean que tengo asesores extranjeros”.
-Tenía amigos a raudales en Santo Domingo y todo el país, en todas las capas sociales. Eso se percibía en las visitas que recibía y en los viajes al interior del país.
-Empleó muchos antiguos izquierdistas e incluso cabezas calientes del proceso de destrujillización, como Rafaelito Bueno.
-Defendía ardientemente al régimen y en espacial al Presidente Balaguer.
-Me contó como su apodo original era Cholín y cambió a Macorís cuando trascendió que era originario de San Pedro de Macorís (aunque no nació allí, sino más hacia el Este).
-Al retornar del exilio en Europa, graduado de ingeniero, fue profesor en la Universidad Central del Este (UCE), de San Pedro de Macorís.
-No era narigoneable y cualquier mañana se sorprendía uno de verlo hablando en un programa de televisión sin haberlo participado a sus colaboradores cercanos.
-Su esposa, de fino trato, siempre ajena a los ajetreos políticos, es ingeniera. (Su hijo más pequeño, en los tiempos de la CDE conocido como Monchi, luce de adulto con la misma capacidad del padre. Es funcionario gubernamental).
-Pero Pérez Martínez comenzó a viajar los fines de semana al interior e incluso a dar charlas. Tenía, obviamente, aspiraciones políticas futuras. Una noche fue sorprendido por el decreto nombrando a Marcos Subero administrador de la CDE.
-Días después Subero me llamó y ordenó ir a prestar servicio como periodista al presidente del Senado, José Osvaldo Leger. Y me dijo: “todo lo que Macorís hizo aquí está bien. Fue un buen administrador. Su problema fue que se metió a hacer política”.
josepimentelmunoz@hotmail.com
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