Algunos aseguran que existen personas que carecen de conciencia, que hacen y deshacen, que van por la vida mintiendo, burlándose de los demás y de sus sentimientos.
Afirman que muchos son incapaces de reconocer cuando han fallado.
Que no tienen temor alguno de pagar con dolor sus errores.
Quizás sea cierto. A lo mejor existan personas que jamás reconocerán, ante alguna situación difícil o un gran revés, que están pagando algún daño causado a alguien más.
Pero también habrá quienes no dudarán en aceptar con resignación que muchas veces su sufrimiento es el resultado de uno o muchos errores.
Sea que la gente admita a solas que no ha actuado bien, que ha maltratado a otros, que ha mentido, que ha pagado mal a quien le ha amado y siempre le ha hablado con la verdad, o por el contrario, se empeñen en pregonar y terminen por creerse que han sido honestos y sinceros, y se nieguen a escuchar reproches, creo que es muy difícil que puedan callar la voz de su conciencia.
Es imposible silenciar esa voz interior que a la larga será la que nos dirá aquello que no queremos escuchar.
Más de uno respirará aliviado, pues al fin y al cabo solo él podrá escucharla. Nadie más. Esto es una garantía de que los otros a su alrededor nunca sabrán con quien están tratando.
Creo que aunque aseguren dormir tranquilos, al poner la cabeza en la almohada, aún esta sea de plumas, la sentirá de espinas.
No concibo que alguien sea tan retorcido que no pueda aceptar sus propias culpas.
Aunque existan personas que han aprendido a mentir mirándonos fijamente a los ojos, que lloran jurando lo que no sienten, que aseguran lo que saben que no es cierto, a la hora de hablar consigo mismo no creo que puedan sostener sus actuaciones.
Quiero creer y morir creyendo en la contundencia de la voz de la conciencia.
Me resisto a pensar que podamos manipular y condicionar nuestra conciencia y silenciar las voces que nos condenan y cuestionan, que nos enrostran lo que está mal.
Prefiero seguir, por siempre, escuchando esa voz que me dice: “fallaste, te equivocaste, no actuaste bien. Es hora de pedir perdón y reconstruir lo que con una mala actitud destruiste”.
