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Santo Domingo.- Los grupos radicales islámicos comenzaron a tomar notoriedad durante la ocupación de Afganistán por parte de las tropas rusas en el año 1979, un evento bélico que vio nacer a los Talibanes e, incluso, a Al-Qaeda.
Cuando el mundo se enteró de la ocupación rusa, en ese entonces bajo el manto de la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), Estados Unidos y sus aliados condenaron lo que definieron como «agresión por parte de un estado totalitario».
Estudiantes de varias regiones de Afganistán se unieron a las protestas contra la presencia de las tropas soviéticas en el país centroasiático, y decidieron formar el grupo Talibán (estudiantes).
También se integraron jóvenes a un movimiento dirigido por un empresario saudí llamado Ussama Bin Laden, quien había colaborado con los servicios secretos estadounidenses.
Ambas organizaciones contaron con el respaldo de Estados Unidos y Gran Bretaña. Estados Unidos les suministró armas para combatir a los rusos, entre ellas misiles portátiles antitanques y municiones ligeras.
Sin embargo, estas organizaciones se volcaron en contra de Occidente e iniciaron una guerra que ha costado muchas vidas y recursos materiales.
Pero esa misma situación ocurrió con el movimiento islámico Hamas, que fue apoyado por Israel para enfrentar a la Organización para la Liberación Palestina (OLP), que dirigía el hoy fenecido Yasser Arafat.
Israel veía a la OLP como su principal enemigo, tras finalizar la primera guerra árabe-israelí, en 1948, tras la fundación del estado judío.
Es decir, Israel le proporcionó recursos a Hamas porque éste grupo no tenía en agenda la destrucción del estado judío, como ocurría con la OLP, que dirigía Arafat.
Incluso, Ahmed Yasin, uno de los fundadores de Hamas, fue llevado a Israel por los servicios secretos de esa nación, para chequearle problemas de salud, en su condición de «buen aliado».
Es decir, esas organizaciones que hoy son vistas como terroristas, también lo fueron cuando estaban bajo el amparo de las potencias occidentales, que veían en ellos a «buenos aliados en el mundo árabe».
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