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Más que el futuro de los demócratas, está en juego el sistema democrático de EEUU | AlMomento.net

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El autor es escritor. Reside en Nueva York

De entrada, debo confesar que no tenía grandes expectativas sobre el dichoso debate.  La apuesta entre dos equipos o contendientes sin categoría, insulsos o “del montón”, nunca va a motivar mi participación y mucho menos a sustentar con mi voto ciudadano su arribo al poder.

Por eso voté “blank” en noviembre de 2016. Ni Hillary Clinton, ni Donald Trump merecían que yo marcara sus nombres en la boleta. Sin embargo, en el 2020 si voté por Trump, creyendo que él realmente entendía lo del “nearshoring”; y que bueno que perdí, por iluso, a pesar de haber cumplido siete décadas de existencia.

Así que me acomodé en mi sillón favorito y esperé el inicio del singular match entre los dos paladines de turno. Como mi comprensión del idioma de Shakespeare es limitada, busqué lo que me pareció podría resultar la mejor traducción al castellano, y me quedé en la cadena CNN.

Mas luego, esperaba yo recibir -y lo logré al filo de la media noche- una transcripción escrita con 100% de fidelidad y comprender lo que dijo o no dijo, y lo que talvez no pudo decir, alguno de los candidatos.

Una vez que pude “leer y discernir” la transcripción suministrada, me comuniqué con Genaro Rodríguez, mi amigo y soporte analítico principal (mi consultor de cabecera) y “tallereamos”, ya no solo el susodicho debate en sí sino, la interpretación que le había dado la prensa en general y los dominicanos en particular. Y justo en ese momento es que llegamos al meollo del asunto que tanto nos preocupa y que parece polarizar a los newyorkers y al resto del país.

Joe Biden

Mala traducción

En la conversación, casi llegamos a la conclusión de que el fallo principal había sido la mala traducción, aunque la organización propiamente dicha, había sido más o menos eficiente. Mucha gente que siguió la traducción al castellano se quedó con la idea de que los evidentes lapsus notados, eran responsabilidad absoluta de los candidatos y no de los traductores.

Las vacilaciones de Biden, mucho más que las de Trump, no siempre se debieron a su ya inocultable desconexión con la realidad, que se acentúa al final del día en las personas que padecen condiciones degenerativas, tan propias de la edad.

Yo no vi al presidente Biden como un simple desquiciado mental, que es la narrativa de los republicanos en su empeño por retornar al poder, exageran los hechos hasta el drama y para ello cuentan con la complicidad de una prensa voluble e irresponsable; y ¿por qué no decirlo?, de un sector de la población que no alcanza a entender en la clase de lío que nos meterá este ególatra de Donald Trump.

En tales circunstancias, y muy a pesar de los esfuerzos republicanos por magnificar las dolencias del presidente Biden, tanto Genaro como yo convenimos en admitir que la sustitución de su candidatura es quizás, la única salida honrosa de que dispone el equipo gubernamental.

Será un proceso difícil, habidas cuentas de que tendrá que contar con la aprobación del Presidente y de la dirección del Partido Demócrata, algo inédito en los casi 250 años de vida democrática de esta nación.

En este punto hay que hacer una precisión, en aras de mantener la prudencia que ha acompañado a cada proceso electoral desde la selección del presidente Washington: la última palabra -para bien o para mal- siempre la ha tenido el pueblo americano y nunca la ha cedido a las circunstancias.

Esto significa que, con el reemplazo del presidente Biden no hay garantía alguna de triunfo, pero mantenerlo, es casi seguro que conduce a la derrota.

Ahora viene un proceso de negociaciones y búsqueda de los agraciados que puedan generar la suficiente confianza entre el liderazgo político demócrata y esa institución tan abstracta como etérea, que solemos llamar el establishment norteamericano.

No será nada fácil, ni tampoco lento pero, no debe pasar del mes de julio. La decisión debe presentarse a la Convención Demócrata y una vez aprobada por las partes, rezar para que no se desaten los demonios de la ambición y el oportunismo.

Hay muchos nombres que sugerir, cerca de una docena, quizás más. Pero la realidad es que hay que decidirse por una combinación de Presidente y Vice, que debe haber una mujer en la boleta de noviembre y que no podrán ser tan liberales como siempre han pretendido parecer los demócratas. Esta dupla tendrá la misión de salvar el “honor” demócrata haciendo un papel aceptable, aun y cuando no gane los comicios otoñales.

De manera que dejemos para el futuro cercano -digamos la tercera semana de julio- la ponderación de los posibles candidatos.

Observemos como avanza este procedimiento, tan singular como desconocido y crucemos los dedos para que el Creador ilumine las mentes de los involucrados y entiendan que mas que el futuro de los demócratas, lo que está en juego es el sistema democrático de la nación que hemos elegido como la segunda patria de nuestros hijos.

¡Vivimos, seguiremos disparando!

jpm-am

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