No es sabio el que sabe donde esta el tesoro, sino el que trabaja y lo saca». Esta frase de Francisco de Quevedo, motivadora de acción y resultados tangibles, es lo que llamamos pragmatismo.

En ese mismo orden recordamos las reflexiones de Nicolas Maquiavelo en su insigne obra El Principe, que es un manual de pragmatismo político, sentido común y el manejo de la psiquis humana en el difícil arte de gobernar.

Maquiavelo ahí establece que el ejercicio de la política implica manejar situaciones reales dejando al descubierto las verdaderas prácticas del ejercicio del poder, enfocandose más en cuestiones de estrategia política, donde el fin principal es conservar el mismo.

Esta obra en sus primeros capítulos identifica las distintas clases de principados y formas de gobernar, que hace que un príncipe sea alabado o censurado, y la forma que ha de conducirse en función de las circunstancias, aconsejando guiarse siempre por la realidad en lugar de perseguir utopías irreales.
Sobre la compasión dice ser una virtud apreciada pero considera la fuerza más efectiva siempre y cuando sea bien administrada.

Maquiavelo aconseja ser amado y temido a la vez, pero que si hay que elegir es mejor ser temido, pues el pueblo siempre puede olvidar el amor, pero nunca el temor.

Recomienda poseer la fuerza del león y la cautela del zorro, y en cuanto a la virtud advierte es más importante aparentarla que poseerla ya que la gente solo juzga por las apariencias y los resultados, de allí que se atribuya a Maquiavelo la frase “el fin justifica los medios”, aunque no la expresó con estas mismas palabras.

Avierte que debe evitarse que el principe sea menospreciado y odiado, debiendo conducirse para ser estimado y admirado por su pueblo, los nobles y el ejército, aconsejando realizar grandes empresas, manejo adecuado de la política interna y realizar premiaciones o castigos que sirvan de ejemplo para sus súbditos.

A la hora de elegir a sus colaboradores han de ser los más fieles, que pongan por encima de sus intereses personales al príncipe y el Estado, y sobretodo huir de los aduladores, porque no dicen la verdad.

Definitivamente los pueblos valoran las realizaciones y les seduce el pragmatismo. «Por sus frutos lo conocereis»