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EL AUTOR es escritor.
POR GUARIONEX LUPERON
Las bandas son grupos sociales de choques, generalmente formadas por los gobiernos autoritarios, con sujetos sociales de baja extracción social. Los que Juan Bosch define en diversas obras, como ¨capas sociales¨ de la pequeña burguesía, que, en el caso de Haití, por su escaso desarrollo institucional la integran “el campesinado, los pobres y los sin trabajo” y en algunos casos, los ¨Bajos pequeños burgueses pobres y muy pobres¨, que el marxismo categoriza como ¨lumpen-proletarios¨.
Toda esa cáfila del populacho rural y urbano, sujeto, objeto y laboratorio social de la marginalidad, expuestas a la ¨Modernidad líquida¨ de Zygmunt Bauman que le arrastra y le condena a la inmundicia.
Al margen de la teatralidad de los comentaristas que pretenden ¨superar¨ los discursos de los Carlos Dore, Wilfrido Lozano, Rubén Silié…, y de los analistas conservadores como el doctor Pantaleón Castillo, Pelegrín, Consuelo Despradel y la réplica intelectual del ilustre historiador don Manuel Peña Batlle, el polémico pensador don Manuel Núñez, entre otros insignes dominicanos….
Sin dejar afuera, el mutismo ensordecedor de la estrategia estadounidense para rescatar a sus misioneros que nos tiene en vilo. La verdad es que el modelo de crear bandas de lumpen por parte de los gobiernos autoritarios como fuerza de choque coyuntural ha sido una práctica política bastante generalizada en Haití y en muchas partes del mundo. Incluyendo la República Dominicana.
Durante el régimen del doctor François Duvalier (Papa Doc) en los años 50 del siglo pasado, el tirano creó los ¨Tontón Macaute¨. Una fuerza de choque para reprimir a los opositores. Una banda criminal de paramilitares que también sirvió de apoyo a la gubernatura de su hijo Jean Claude Duvalier (Baby Doc).
En circunstancia diferente, el excura salesiano Jean Bertrand Arístides, que subió al poder en las elecciones libres del 1990, con el apoyo del movimiento de resistencia Lávalas, como dice el eminente sociólogo haitiano Gérard Pierre- Charles se alzó con una de las tendencias del movimiento, formando su ¨partido¨ Fammi Lávalas que siguió el mismo esquema de poder autoritario. El partido que formó y aupó, el exsacerdote ¨con el carácter mesiánico de su liderazgo¨, más que partido, fue y es, como ellos mismos lo definen una ¨avalancha¨ social.
Una fuerza de choque. Un grupo social intolerante, antidemocrático, con las mismas prácticas políticas sanguinarias, que en sus mejores tiempos cremaba a sus opositores con aros y gomas de vehículos en el cuello. Tendencias del Lávalas que como indica Pierre-Charles fueron incapaces de impulsar reformas de modernización en la nación.
En Haití hoy pasa lo mismo, el Gobierno del asesinado Jovenel Moíse y los anteriores, siguieron los modelos de gobernanza tradicionales, construyendo su legitimidad en base a estas fuerzas de choque.
Algo parecido sucedió en Ruanda, con el asesinado presidente Juvénel Habyarimana, un presidente moderado en un país en términos étnicos dividido, que como parte de la etnia de los ¨hutus¨ apoyó su gobernatura en esa etnia. Pero, aunque el presidente le dio espacio a los ¨tutsis, el privilegio lo tenía la etnia de los ¨hutus¨. Lo que generó el asesinato del presidente ruandés Juvénel y tras su muerte la irrupción brutal de la fuerza étnica de los hutus, desatando una guerra civil de consecuencias terribles. En cierto sentido, con sus especificidades, lo que pasa en Haití es similar.
La banda o fuerza de choque que apoyó a Jovenel, el presidente haitiano acribillado en su hogar de Puerto Príncipe, entregado por la guardia presidencial, su avalancha, el ¨G9 Fanmi e Alye¨, liderada por Jimmy Cherizier ¨Barbecue¨, no pudo salvarle de las garras de los opositores gubernamentales. Ni la otra ¨poderosa¨ banda de los ¨400 Mawozo¨ que tiene secuestrado a los misioneros estadounidenses y sabrá Dios a cuántas personas más, incluyendo a los transportistas dominicanos.
Sin embargo la diferencia del modus operandi de las bandas haitianas, por ejemplo con las que creó el régimen trujillista, balaguerista o el expresidente Uribe en Colombia, o el propio expresidente Donald Trump, aquella que irrumpió en el Capitolio de los Estados Unidos, o las que penosamente ha creado Daniel Ortega para agenciarse otro mandato bochornoso o las bandas del narcotráfico o las pandillas que se crean al interior de los partidos políticos dominicanos para perseguir y excluir a sus propios compañeros de ¨las mieles del poder¨.… es que ninguna de esas fuerzas sociales se ha convertido en un supra estado.
Ninguna ha trascendido los límites del poder del Estado, mientras que en Haití la fuerza coercitiva del ¨Estado¨ se disolvió. No existe. Las relaciones de poder la controlan las bandas y diversos funcionarios de EEUU han manifestado que no van a rescatarlo. Allí solo se visibiliza un poder en manos de maleantes y un par de monarcas (Canciller y primer ministro) sentados en un solio de una vieja jerarquía jurídica europea sin ningún poder.
Dioses aterrados y desterrados de ¨El reino de este mundo¨ carpenteriano, locos por construir un discurso de rivalidad con la nación dominicana.
Por estas razones, aunque el liderazgo de los partidos políticos locales y el Gobierno dominicano han estado empeñado en sembrar la idea en la opinión pública de que el conflicto y las acciones de estas bandas es un asunto interno de Haití y el liderazgo y el Gobierno debería cambiar la postura. Lo que está pasando en Haití es más que un conflicto interno.
En Haití hay montado una estrategia que, si el Gobierno dominicano no actúa con carácter y actitud enérgica se va a llevar de paro el único bien que mantiene la estabilidad política de los dominicanos: la economía de servicio. No porque estas bandas harapientas vayan a avasallar a las fuerzas armadas dominicanas. Ni al pueblo dominicano.
Es algo más perverso. En Haití se avecina una gran hambruna. Una gran eclosión social que ciertos cuervos y alcatraces de la comunidad internacional esperan con ansiedad para justificar el flujo masivo de haitianos. Listos para iniciar la caravana humanitaria hacia la República Dominicana.
Ahora se necesita que el Gobierno -no ninguna mesa de seguimiento de la seguridad fronteriza, ni ninguna payasada oportunista de instalación de oficinas de registro migratorio- implemente medidas y políticas más enérgicas y beligerantes frente a la comunidad internacional y en la frontera medidas de fuerza.
Porque hasta ahora, toda la parafernalia de las medidas gubernamentales y movimientos de tropas, con más de 12 mil soldados, para reforzar la seguridad en la frontera es una pura ficción.
Una hipocresía gubernamental. Los haitianos y los contrabandistas dominicanos tienen su propia gubernatura en la frontera.
cerrona1@hotmail.com
JPM
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