DENVER.- Mientras Raimel Tapia se hundía más en su mala racha durante la última gira, el mánager Bud Black mencionó que el enfoque de Tapia era intentar más suave, no volverse loco en la jaula de bateo. Con los bates que rompió y los cascos que arrojó con frustración, es posible que no le quedara suficiente equipo para hacer el trabajo extra de la jaula.
Tapia sabía que también tenía que relajarse. Ese viaje comenzó en Nueva York, donde muchos jugadores de República Dominicana tienen amigos y familiares en la zona. Para Tapia, significó tiempo con su hermano mayor, Antonio Linares.
¿Cómo iba a alejarse del béisbol de esta manera?.
Esta es una familia que ama el juego. Linares jugó en la organización de los Filis antes de que naciera Tapia, y Tapia usa el 15 en su honor. Otro hermano, Rafael Tapia, jugaba en la organización de los Orioles, y otro, José Linares, jugó profesionalmente en República Dominicana.
Cuando Raimel Tapia era niño, su madre le compró un guante para la mano izquierda y él fue al equipo juvenil de Antonio Linares. Un día, Tapia se quitó el guante y empezó a lanzar a la zurda.
“Me miró y me dijo: ‘Tapia, ¿estás loco?’”, dijo Tapia en una entrevista al español, en una entrevista hace un par de años. «Dije que no. Soy zurdo. Lanzo mejor a la zurda».
«Me vio lanzar y dijo: ‘Está bien, eres zurdo, ahora mismo’».
Pero durante el viaje de la semana pasada a Nueva York, Tapia y su hermano se dieron cuenta de que si bien hablar de béisbol era maravilloso, necesitaba algo más.
«Siempre me está esperando cuando llegamos a Nueva York y Nueva Jersey», dijo Tapia. “Hablamos un poco sobre batear, un poco sobre béisbol. Me da una pequeña idea de lo que piensa. Pero ya sabes, se trata principalmente de la familia y pasar un buen rato».
La depresión continuó durante el tramo de Pittsburgh del viaje. Pero si los instintos de Tapia son correctos, los buenos tiempos están a punto de llegar.
En la victoria del miércoles por la noche 6-3 sobre los Vigilantes, Tapia pegó dos dobles y remolcó tres carreras en una aparición de 5-3. Antes de ese juego, Tapia estaba en el peor tramo de 20 juegos de su carrera: .151 (73-11) con 15 ponches. Había tenido problemas en otras ocasiones, pero eso fue cuando era un jugador a tiempo parcial y los turnos al bate eran esporádicos. Pero su promedio de bateo de .321 el año pasado lo consolidó como un regular y despertó sus sueños de ganar un título de bateo.
El promedio de bateo de Tapia llegó a .320 el 2 de mayo. Era de .261 al inicio del jueves por la tarde desde el primer puesto contra los Vigilantes.
El éxito del miércoles se compuso de una línea hacia el canal opuesto (no llegó a la pared, pero Tapia tomó segunda con su velocidad), un doble de texano que impulsó dos carreras y un sencillo en sentido opuesto para impulsar en una octava entrada la carrera del seguro. Para un tipo cuyas habilidades de bate a pelota son tan agudas que a veces cree que puede alcanzar cualquier lanzamiento, para un tipo cuyo swing produce bolas haladas en el suelo cuando no está bien, lo del miércoles fue alentador.
Tapia no se salió de la zona y no falló los lanzamientos que debería estar haciendo, lo cual había sido un problema. El instinto de Black era correcto; Tapia no necesitaba volverse loco. Y visitar a su hermano, que mejor conoce su juego, le recordó además a Tapia quién es y cómo reaparecería su actuación.
