Ha sido muy interesante presenciar el debate, que se ha desatado alrededor de la figura de Ceara Hatton, actual ministro de Medio Ambiente.
Lo puedo resumir así: Es un debate entre los que se sirven del país, y lo están haciendo desde los 70 para enriquecerse a como dé lugar (desde la explotación del servicio doméstico hasta el chantaje más vulgar); y los que llegan al Estado a servir la nación.
Creo que Ceara Hatton pertenece al segundo grupo y lo conozco desde hace años, cuando dirigía el Departamento ONU-OEA y Organismos Internacionales de la Cancillería, donde se manejó con un sentido de justicia, pulcritud y una seriedad digna de encomio.
No hay dos hombres, uno para un cargo y otro para otro. Hay uno solo y era lógico pensar que si aceptaba esa papa caliente que es el Ministerio de Medio Ambiente iba tener muchos problemas, porque nuestros recursos naturales son uno de los predios más fáciles para asaltar y enriquecerse.
Recuérdese nuestra denuncia permanente de la desprotección como zona, del área protegida Manuel Aurelio Tavares Justo, donde enseguida comenzaron a funcionar siete aserraderos propiedad de un senador. El área se encuentra además situada justo donde está la mina de oro más grande del Occidente, que abarca la frontera con Haití y es un territorio que hace salivar a las grandes corporaciones y sus testaferros locales.
Lo mismo pasa con la reforestación, que conducía de manera impecable la Federación de Campesinos Hacia el Progreso que dirige Esteban Polanco, predio ansiado de politiqueros bonaenses enemigos de la Federación, que impiden que la zona del Alto Yuna sea un área protegida. De los 200 campesinos que había reforestando solo quedan 20, porque han descontinuado la reforestación de las riberas de los ríos, mientras los politiqueros azuzan a campesinos a apoderarse del área para así facilitar su apropiación de las tierras.
A Ceara me queda recordarle algo que decía mi abuela: Dime quien te ataca y te diré quién eres. Es una ratificación del carácter y la reputación que cierta gente ataque a uno, porque aquí todos nos conocemos y sabemos quién es quién, de dónde venimos, y cual el historial.
Orlando Jorge Mera era un buen hombre, eso lo sabe todo el mundo, como Dilia Leticia. Si algo hay que reclamar es que el gobierno lo nombrara donde se necesitaba no bondad: sino intransigencia.
No se debe usar su nombre para justificar lo injustificable, eso sí es faltarle el respeto. Fue víctima de una cultura política: La de los y las que politiquean para conseguir un cargo, algo que reniega de Juan Pablo Duarte, quien afirmaba que la política es el más puro de los ejercicios.
