El Gobierno ha tomado la decisión de hacer frente a la delincuencia a partir de novedosos planes destinados a desarmar la población, sobre todo, a quienes tienen y portan armas de manera irregular, muchas de las cuales son utilizadas para cometer fechorías.
Es loable la acción del Gobierno, ejecutada principalmente por el Ministerio de Interior y Policía, pero es preciso advertir, que las medidas dispuestas deben ser aplicadas con el mayor nivel de equidad, porque, como hemos dicho anteriormente, no se puede desarmar a las personas de trabajo, para dejarlas a merced de la delincuencia.
Ojalá que esta acción llene su cometido en un nivel considerable, para que el país retorne a la normalidad y la gente pueda salir a las calles sin temor de la pandemia, de los atracadores, asaltantes, rateros y otros tipos de delincuentes, que mantienen en zozobra a nativos y extranjeros.
El turismo, la actividad comercial, la gente común y los inversionistas, requieren de un ambiente adecuado, sano y de las garantías necesarias para poder invertir, trabajar y circulas por esas calles de Dios y disfrutar del gran legado que nos ha dejado la naturaleza.
El desarme debe ser metódico, acompañado de incentivos y programas dirigidos a crear conciencia y propiciar que, quienes hoy delinquen bajo cualquier pretexto, tengan una razón para cambiar de vida y permitir que los demás ciudadanos puedan vivir en paz y armonía con los suyos y su entorno.
La creación de plazas de trabajo a partir de los grandes proyectos de inversión, ampliar las facilidades para la formación escolar, técnico-profesional y universitaria, podría convertirse en el más propicio ejercicio para que el país recobre la alegría y ese carisma que como buen anfitrión, nos colocó rápidamente en la simpatía de gran parte del mundo.
Vamos a intentarlo de nuevo, aportemos con entrega y decisión, para que este bien intencionado proyecto de frenar la delincuencia y la violencia, se convierta en una hermosa realidad. ¡Adelante!
