Mucha gente ha tomado a juego los efectos devastadores del covid-19 y las diferentes variantes que han sacudido la paz, la economía, la salud y la estabilidad del mundo, pero cuando la verdad le llega, entonces el lamento es elevado.
Parece que la lujuria por el dinero, el irrespeto a la vida y la vorágine del comercio, así como los negociadores de la salud, no han pensado humanamente en la gente, razón por la cual, convierten en negocio toda situación calamitosa dejada por la pandemia y sus diversas variantes, que lejos de ser amenazas, se han convertido en reales dolores de cabeza para la familia y la gente de trabajo.
Los establecimientos comerciales, con honrosas excepciones, no toman la temperatura no exigen las medidas de higiene, distanciamiento y mascarilla a los compradores, como si la salud de los demás les importara un bledo. Es muy doloroso cuando a uno de nuestros allegados lo declaran positivo, lo internan o hay que entubarlo, pero nunca pensamos que cumpliendo con las normas sanitarias podemos evitarlo.
Sabemos que el Gobierno y las autoridades de salud han hecho mucho por controlar la expansión de la pandemia, sus variantes, los efectos mortales, daños físicos y mentales y el descontrol que llega a la familia cuando el mal les toca la puerta.
Debemos comenzar a razonar antes de que el mal alcance niveles insostenibles y los esfuerzos por preservar la salud sean en vano. Hay ahora que pensar seriamente en que el compromiso es de cada uno, no solo de las autoridades, que la salud y la vida es responsabilidad de la persona y que por ello es preciso llegar hasta el mayor de los sacrificios para preservarlas.
El covid-19, ómicron, flurona, con sus diversas mutaciones, podrían llevar a la humanidad a los más horribles niveles de insalubridad, deshumanización y al irrespeto por el valor de la vida y de los semejantes.
Comencemos ahora, demos un corte a la diversión, a los actos masivos, a las conglomeraciones innecesarias y guardemos las normas establecidas para tener buena salud, convivencia armoniosa y valoración demás. Comprendamos que el virus no es un juego, es una amarga verdad. Aún estamos a tiempo.
