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Evolución de la Policía desde Fouché a Trujillo


En un Estado de derecho, moderno y democrático, las Fuerzas Armadas deben de servir al país bajo el mando supremo del Presidente de la nación, mientras la Policía debe servir a la población y velar por el cumplimiento de las leyes de orden público.

Pero, ¿Bajo el mando supremo de quién? La respuesta a esta pregunta es la única reforma necesaria para su transformación, pero es preciso analizar el papel de este cuerpo del orden desde sus orígenes y la manera en que ha influenciado en la política hasta nuestra cuarta república.

Desde sus orígenes, dos siglos antes de Cristo, con los ediles de la guardia romana del emperador Augusto, la policía ha estado al servicio de los intereses de emperadores, reyes, dictadores y gobernantes para mantener la paz y el orden en las tierras conquistadas y someter a un nuevo orden a su población.

En España, por ejemplo, el rey Alfonso VI de Castilla fundó en el siglo XI la Santa Hermandad Vieja y 400 años más tarde, ese modelo policial diseñado para consolidar una conquista territorial, es traído a nuestra isla por Nicolás de Ovando, 10 años después de la llegada de Colón para defender los intereses de la corona y sus gentiles.

No olvidemos el papel de la policía eclesiástica y la inquisición que protagonizara en distintos países de Europa a finales de la edad Media.

La revolución francesa de finales del siglo XVIII le da un giro abrupto al papel que ha de jugar la Policía tras el nombramiento como ministro de Policía en 1799 de un “genio tenebroso” (como lo describiera Stefan Zweig) llamado Joseph Fouché.

Este genio de la intriga empezó no solo a vigilar a los de abajo, sino que también vigilaba a los de arriba (función que realiza hasta nuestros días la Gendarmería Nacional Francesa, fundada en 1791).

Fouché entendió que la información es poder y desde las sombras la utilizaba deliberadamente para su provecho.
Fouché hacía millones con la información que callaba. Tomaba contribuciones discretas de burdeles, bancas, casas de juego. Este dinero lo utilizaba para sobornos.

Estos sobornos traían nuevas informaciones que mantenían en marcha el aparato de espionaje por él conformado y que solo él tenía la llave que podría apagarlo.

Para la ocasión Francia demandaba un dictador y nadie contaba con Napoleón, quien según todos se encontraba al frente de las tropas en Egipto.

Solo Fouché sabía que Napoleón estaba a pocos días de entrar en París. A nadie le advirtió para su provecho y así fue también ministro de Policía de Napoleón, traicionando a su protector Barras que pretendía vender el gobierno al rey Luis XVIII de Inglaterra.

Napoleón no pudo con Fouché, no lo soportaba. Una vez ya consolidado su gobierno, abolió el Ministerio de Policía porque manejaba demasiada información y poder y sabía que Fouché la utilizaba a título personal.

Solo cuando quiso Napoleón perpetuarse en el poder, sabía entonces que necesitaba a su enemigo nuevamente como ministro de Policía y seis años más tarde fue nuevamente creada la institución.

Pero ya no era lo mismo. Allí iniciaba un proceso malicioso que terminaría entregando el trono a Luis XVIII de Inglaterra.

Todo bajo la conducción de dos hombres, similares pero rivales, que se unieron para acabar con la ambición desmedida de Napoleón y los millones de muertos que cayeron a causa de sus alocadas campañas de conquista.
Fueron estos hombres Talleyrand y Fouché; “el vicio apoyado en la traición” como señalara Chateubriand, quien sería el que entregaría el trono a Luis XVIII, pero este decidió no enfrentar a Napoleón por recomendaciones de Fouché, permitiéndole a Napoleón cien días más de un poder que hacía implosión.

Pero, ¿cómo llega a nuestra historia la psicología de la intriga y manipulación de Fouché?.

El sistema de Gendarmería llega a nuestro territorio de manos de un líder haitiano llamado Toussaint Louverture en 1801, quién adelantándose a las tropas francesas en el reclamo de esta parte de la isla tras el tratado de Basilea, invadió nuestro territorio e instauró un sistema policial parecido al que conocía en la parte oriental de la isla.

Tanto así que cuando los franceses logran sacar al ya convertido en general Toussaint Louverture, dejan intacto el sistema policial de Gendarmería que este previamente había instaurado.

Esta Gendarmería resistiría hasta 1844 cuando es proclamada nuestra independencia nacional. Pero una vez más, y como señalara Stefan Zweig, “la intriga ha triunfado sobre la idea, la habilidad sobre el genio”.

A un año del nacimiento de República Dominicana, el general Pedro Santana puso en funcionamiento la Policía Rural y Urbana en la que el presidente tenía la facultad de nombrar a los jefes de policías, pero; ¿qué pasó en 1847 cuando el poder de nombrar a los jefes de policías fue dado a los ayuntamientos?.

Nuevamente gravitó sobre nuestro cielo la sombra tenebrosa de Fouché y el sistema de gendarmerías (gentes armadas) instaurado por los franceses en 1801 para evitar la sublevación de los pobladores de los territorios por ellos conquistados.

En 1844 nace República Dominicana como nación, la que tuvo que ser restaurada en 1865.
La Patria fue restaurada pero el sistema policial se mantendría hasta la invasión de EE UU, de 1916 cuando los marines desarticularon la Guardia Nacional Republicana, conocida como la guardia de Món.

En 1936, Trujillo, quien ya era presidente de la República conforma su propio cuerpo bajo el nombre de Policía Nacional, esta vez para mantener a raya a sus conspiradores a fin de perpetuarse en el poder.

Por: Vladimir Vásquez Bonetti
Twitter: @BonettiVasquez



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