La amistad es lo más importante y verdadero de la vida. Las relaciones familiares lo son por obligación, o costumbre, y siempre están sujetas a todo tipo de interpretaciones y reclamos.
La amistad, al contrario, es libre. Es como el amor, se da de modo instintivo y espontáneo y se convierte quizás en la relación mas importante de nuestras vidas. Por eso llamo a mis amigos y amigas mi “familia extendida”. Tengo amigas: Dinorah, Nelsy, Mayra, Paula y Daisy Cocco, cuya amistad data de medio siglo, y siempre que nos juntamos parece que fue ayer la última vez que conversamos, que nos reímos, que nos contamos los mismos chistes.
Empero, la amistad puede cometer sus errores, provocados por el cariño, la admiración, o el respeto. Es lo que ha sucedido con la actual Feria del Libro, que debió llamarse Soledad Alvarez, porque ella recibió este año no solo el Premio Nacional de Literatura, sino el Premio de Poesía Casa de América en Madrid.
Era lógico entonces que la Feria llevara su nombre, como lo hacen otros países con mayor tradición literaria que la nuestra: países que acostumbran a dedicar las Ferias del Libro al ganador o ganadora del año que corresponde, a quien se ha ganado todos los premios literarios.
Jeannette, a quien conocemos hace décadas, por un extraordinario poemario que se llama “Fórmulas para combatir el miedo”, que a mi me ayudó a combatir mis miedos cuando vivía en Río de Janeiro como estudiante de la Fundación Getulio Vargas, y por sus críticas de artes plásticas debió ser la primera en sugerir que la Feria se llamara Soledad Alvarez, por un acto de justicia, porque es de todos conocido que ambas fueron las hijas predilectas de Manuel Rueda y han compartido todos los escenarios y premios desde muy jóvenes.
Algo que Angela Hernández, prácticamente recién llegada a estas complicidades, no debe seguir ignorando si ha de dirigir las futuras Ferias del Libro con equidad, primer requisito para su éxito y permanencia.
Estamos ya mayorcitas, miopes, con o sin sobrepeso, prediabéticas, y con hijos con o sin problemas, para continuar fomentando competencias que no contribuyen a lo que Camila Henríquez definía como una expansión cultural horizontal, sin varonas intelectuales.
Basta ya de esperar el visto bueno del papá o abuelo literario, es hora de asumir una relación con la gente a la espera de “nutrirse”, como me dijo un lector de El Nacional en un supermercado, que por cierto se llama Francia..
Cuando entendamos eso cada Feria honrará al o la escritor/a que haya Ganado el Premio Nacional ese año. Eso no desmerita la amistad, amorosamente la reafirma y nos engrandece.