Menos mal que el gobierno ha reaccionado con firmeza para tratar de contener el desbocado avance del coronavirus, encendiendo el semáforo rojo contra los desacatos a las medidas de prevención.
Con los nuevos horarios de toque de queda diferenciados entre provincias, según sus actuales tasas de contagio, el gobierno aplica un modelo de focalización que le permitirá concentrar el fuego nutrido contra el Covid en sus nichos más calientes.
Con la prohibición de la venta y consumo de bebidas alcohólicas y de aglomeraciones en las calles, el gobierno le marcha de frente al “teteo”, la más irresponsable e imprudente aberración que sirvió de caldo de cultivo al rebrote actual.
Aunque las nuevas medidas tienen una vigencia de una semana y, por su naturaleza, pueden servir como una prueba de choque contra la pandemia, lo cierto es que debieron fijarle un horizonte mayor, hasta que se comprobaran sus inmediatos efectos.
La suspensión de las clases presenciales en las escuelas públicas, los mercados binacionales y las actividades que congregan masas de personas, es una decisión correcta a los propósitos de mitigación que persigue el Decreto 349-21, expedido anoche.
Repetidamente el LISTÍN DIARIO, al igual que prestantes profesionales de la medicina y gremios especializados del sector salud, insistimos en la necesidad de aplicar mayor rigor al cumplimiento de las reglas de protección.
La permisividad oficial, que era una especie de “dejar hacer, dejar pasar” los desacatos a esas medidas, no debe volver a proyectarse ni como percepción ni como realidad, ya que por haber bajado la guardia y creernos que la pandemia había pasado, estamos asistiendo hoy a un capítulo que podría resultar doloroso y funesto.
