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El autor es educador. Reside en Orlando, Florida
La reciente situación jurídica y social en la que se ha visto envuelto el afamado pelotero dominicano ha dejado mucho que aprender no solamente para los jugadores de este y otros deportes, sino también para la sociedad en general.
Son muchos los casos lamentables en los que jóvenes talentos y figuras ya establecidas han puesto en riesgo sus carreras exitosas a raíz de caer en excesos y violaciones de normas establecidas.
Entre estos excesos se citan frecuentemente los casos de violencia doméstica, uso de sustancias prohibidas, abusos sexuales y conflictos personales. En el caso del béisbol podemos citar una lista de nombres que traen tristeza a todos los que amamos este hermoso entretenimiento que por mucho es uno de los más sanos con los que podemos contar. Cada uno puede tener su propia dinámica e implicaciones particulares, pero dejan una enseñanza que podría ser útil para todos nosotros.
Para ningún fanático regular del beisbol pasan desapercibidos los casos recientes de Jimmy Cordero, Trevor Bauer, Marcell Ozuna, Sam Dyson, Domingo Germán, Julio Urías, José Reyes, Aroldis Chapman, entre muchos otros. Aunque bien es cierto que algunos han podido continuar activos después de aclarar su situación, no es menos cierto que por lo general sus carreras jamás han podido continuar al nivel exitoso que habían logrado antes del hecho.
Uno de estos casos tocó profundamente mis fibras sentimentales: el de Domingo Germán, de quien puedo decir que a pesar de que yo era simpatizante de todo equipo que se enfrentara a los Yanquis, cuando a Domingo le tocaba pichar yo quería que los Yanquis ganaran, aunque estuvieran enfrentando a mi equipo favorito, Azulejos de Toronto.
A raíz de la acusación de violencia doméstica que se levantó en su contra, me vi inspirado a acuñar la frase: “Se necesita talento para alcanzar la fama, pero se requiere tener sabiduría para retenerla”
No me cabe la menor duda de que este es el caso de Wander Franco. No soy de los que se inclinar a hacer leña del árbol caído, pero reconozco que me gusta aprender de los errores, principalmente de los míos, pero también de los ajenos.
Todo análisis serio de este caso nos llevaría a concluir que este no fue el resultado de un incidente o una jugada de las circunstancias, la casualidad o el destino; fue la consecuencia lógica de un estilo de vida que tarde o temprano traería sus consecuencias nefastas.
Todo comenzó desde los doce años de Wander, sino antes. Sí, la edad en la que fue separado del seno familiar y de su contorno social y llevado a un ambiente donde la educación, tanto moral como escolar no era la prioridad, sino el desarrollo de sus destrezas físicas alineadas con la pelota y sus aspiraciones de grandeza asociadas a la fama y al dinero. No digo que esto sea malo de por sí, sino que se deb hacer una cosa sin necesidad de dejar de hacer la otra.
En el caso Franco, al mismo tiempo que se da un desarrollo extraordinario en sus destrezas deportivas, se da también un vacío insondable en sus valores morales, su sentido común, su capacidad educativa, su lógica y razonamiento. Hay una pérdida de la noción del contexto social y un espejismo que lo lleva a creer que el talento, la fama y el dinero lo pueden todo. Estos pueden mucho, pero no lo pueden todo.
Relaciones sexuales a una edad para la que no se está preparado con personas que no tienen la madurez suficiente, tener hijos a destiempo, múltiples relaciones eróticas en forma simultánea, pago monetario por favores sexuales, sobornos para ocultar relaciones y tratos, ausencia de la noción de los protocolos: postura adecuada cuando se interpreta el himno nacional, responder adecuadamente a los medios de comunicación, ausencia de ejemplos y modelajes para la generación emergente, interacción inadecuada con los compañeros de equipo.
Todos estos vacíos o puntos oscuros fueron construyendo un castillo de naipes destinado a caer derribado bajo el peso su propia estructura enclenque. No fue un accidente ni una casualidad: fue el resultado de construir un edificio sin fundamento. ¿Culpables?
Todo somos Wander, sin descartar los campamentos o escuela de beisbol que piensan erróneamente que se puede alcanzar una estrella sin educación y sin valores morales. Ignoran que “se necesita talento para alcanzar la fama; pero se requiere sabiduría para retenerla”.
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