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Petro y Francia: El cruel harakiri de Colombia | AlMomento.net


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EL AUTOR es escritor. Reside en Nueva York

-Prefacio

Quiero, antes de hacer más extensiva esta modesta opinión de hoy, definir la palabra que conforma el título de la misma. ¿Qué se entiende por «harakiri»? Ello no es más, que un suicidio ritual de origen japonés que se realiza por razones de honor y consiste en abrirse el vientre con un arma blanca.

El «seppuku» o «harakiri» generalmente se hace por desentrañamiento, es decir, se realiza delante de espectadores, clavándose un arma corta en el abdomen. Dicho acto es voluntario y forma parte del código samurái. Era la forma en que los guerreros evitaban caer en manos del enemigo o se expiaban de un  fallo al código de honor.

El «harakiri» más emblemático y el último en la tierra del sol naciente (por lo del nombre Japón, que significa: «origen del sol») sin lugar a dudas, fue el del célebre poeta, escritor, novelista, ensayista, dramaturgo y crítico japonés, Yukio Mishima, cuyo verdadero nombre era Kimitake Hiraoka y considerado por muchos, unos de los más prominentes escritores de Japón y el mayor estilista en lengua japonesa.

Yukio Mishima se practicó el «harakiri» el 25 de noviembre del 1970, con apenas 45 años de edad, en el cuartel Tokiota de las Fuerzas de Autodefensas (del cual había hecho prisionero a su comandante), frente a soldados y medios de prensa, exaltando al emperador Hirohito y además, por haberse sentido burlado y rechazado por sus discursos políticos y su oposición a la influencia de Occidente sobre la cultura del Japón.

Pero, lo que nunca se habría podido imaginar Yukio Mishima, y mucho menos, el pueblo japonés es que, una nación que dista unos 14,302 km de separación física  ubicada en el continente sudamericano y con estereotipos donde esa norma de suicidio no forma parte de su legado cultural, una parte de de la sociedad colombiana cometió un «harakiri» político por haberles otorgado su confianza con el voto al  elegir en segunda vuelta el 19 de junio 2022, el binomio formado por el ex guerrillero marxista Gustavo Francisco Petro Urrego, y  la «socialista» resentida, Francia Elena Márquez Mina.

Una Colombia herida

Colombia ha sido una nación que estuvo hace tiempo en la mira de los líderes socialistas de la región, por su importancia estratégica en la zona y por el combate frontal que tuvo siempre en contra de las guerrillas marxistas durante medio siglo, que encabezaba el tristemente célebre Pedro Antonio Marín Marín, (a) «Tirofijo». De igual manera, por el fenecido dictador Fidel Hipólito Alejandro Castro Ruz.

Recordemos que, en el apogeo de la Guerra Fría, existieron ciertos líderes comunistas que formularon la teoría revolucionaria del «foquismo». Su mentor lo fue el italiano marxista Amadeo Bordiga, enemigo tenaz de la democracia y fundador del Partido Comunista Italiano (PCI). El pensar de Bordiga, fue cultivado políticamente por los filósofos marxista francés, Louis Althusser y su paisano el periodista izquierdista Jules Regis Debrai, amigo de Fidel Castro y del sociópata asesino, Ernesto Guevara de la Serna,»El Che». Debray se hizo conocido  al publicar su libro «Revolución dentro de la revolución» (1967), el cual siendo muy joven tuve la oportunidad de leer y me provocó asco y desprecio ver hombres leídos con una mentalidad tan proterva.

Consecuencia de este enfoque errado para llegar al poder, la Cuba, que saboreó esa  experiencia (1959), se convirtió en el principal promotor en derrocar gobiernos establecidos en Latinoamérica a través de las guerrillas, apoyadas logísticamente por la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, (URSS) en su lucha geopolítica con los Estados Unidos, lo que motivó una reacción de esos gobiernos que dio paso al llamado «Plan Cóndor» para hacerles frente.

Uno de esos grupos violentos que concebían llegar al poder por esta vía, lo fue el Movimiento 19 de abril (M-19) una especie de guerrilla urbana en Colombia, que tuvo notoriedad al tomar el Palacio de Justicia en la Plaza de Bolívar en Bogotá.

Estando de viaje de placer en Bogotá, Colombia, tuve la oportunidad de recorrer la Plaza de Nariño y llegar hasta el Palacio de Justicia y, frente al mismo, recordé que ese organismo del Estado colombiano fue asaltado brutalmente por el Movimiento M-19, generando un caos, tribulación al pueblo de Colombia y haber causado la muerte de 101 personas, entre ellas, 11 magistrados. Lo irónico de todo esto es que, por ese olvido de la historia que tienen los pueblos, uno de los participantes de ese hecho y cuyas manos están manchadas de la sangre de inocentes colombianos, son las de Gustavo Francisco Petro Urrego, hoy el presidente de Colombia.

Olvido e indiferencia: mezcla mortal en la política.

El olvido

Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás, mejor conocido como George Santayana, fue un novelista y filósofo español que pronunció una frase que encaja muy bien en lo que ha sucedido en Colombia y, sobre todo, en varias naciones Latinoamericanas hoy en día: «Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo». Esta frase recoge en gran medida, la situación actual en varias naciones latinas y es una muestra palpable de la decadencia en el conocimiento de la historia política reciente de los pueblos. No solo olvidan las propias, sino también las ajenas y eso es una deficiencia política-cultural que trae males y consecuencias.

No solo el de Colombia cometió un grave error al elegir a un binomio formado por un guerrillero marxista manchado con sangre de varios colombianos, sino que su acompañante electoral es una mujer de color, «socialista», resentida y mononeuronal. Y eso se ha repetido a lo largo y ancho de la América Latina: Argentina, Chile, Venezuela, Honduras, Nicaragua y Perú, todos marcados con un rancio socialismo, incoherentes, corruptos, ineptos, populistas y buenos para nada.

Las crisis social, políticas y económicas que han tenido esas naciones bajo sus égidas pasadas y presentes, son la mejor evidencia de lo que sutento, ya que hasta el presente, han fracasado todos en las promesas que hicieron como nuevos «mesías y redentores». Este es el olvido de la historia de que nos dice George Santayana en su frase y que al parecer, como se dice popularmente, «Nadie aprende en cabeza ajena».

La indiferencia

Cuando los pueblos actúan con indiferencia ante las historias y los hechos políticos que les rodean, la indolencia, la apatía y el desdén, se hacen dueños del escenario político y es lo que aprovechan los perversos socialistas, los cuales están al acecho para adueñarse de la situación y tomar pasivamente el control del poder político. La mejor manera de entender esto, lo describió en un clásico poema, el pastor alemán Martín Niemöller, cuando escribió lo siguiente:

«Primero vinieron por los socialistas y yo no dije nada, porque yo no era socialista.

Luego vivieron por los sindicalistas, y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista.

Lugo vinieron por los judíos, y yo no dije nada, porque yo no era judío. Luego vinieron por mí, y no quedó nadie para hablar por mí».

La razón por la cual el pastor Martin Niemöller escribiera este poema, fue una especie de daga que le lanzó al corazón de la intelectualidad alemana y a los hombres que bien pudieron hacer algo por la nación y por su cobardía e inacción -entre otros factores- permitieron que el nazismo llegara al poder y Europa y el mundo sentir la pavorosa experiencia y sus dolorosas consecuencias. Eso está pasando hoy en Latinoamérica con la asunción al mandato de una ola del liderazgo del  populismo izquierdista y desestabilizador.

¿Qué está pasando en Colombia?

Es lo mismo que siempre pasa, cuando los partidos izquierdistas toman el poder: sus promesas se desvanecen, su «humildad socialista» se esfuma y el resentimiento surge a flote como una radiografía moral que los retratan como son: cínico, hipócritas, corruptos y oportunistas descarados.

Gustavo Petro: el guerrillero presidente

Con tan solo 10 meses en la Casa de Nariño, en Colombia reina la incertidumbre y el panorama político está turbio. La popularidad de Gustavo Petro va en picada y ya ronda el 59% de desaprobación. Su hijo, está siendo investigado por la Fiscalía, por haber recibido dinero del narcotráfico para la campaña de su padre.

La inflación va en aumento, el dólar está en alza, el precio de la gasolina fue aumentado y los alimentos por igual. Su gobierno se ha dado a la tarea de liberar a peligrosos delincuentes ordinarios, guerrilleros acusados de asesinatos, soltar a los detenidos de «La primera línea» que se movilizaron contra Iván Duque y fueron sometidos por asesinatos y daños a la propiedades públicas y privadas. Se le ha perdido el respeto a la policía y los militares tienen las manos atadas en torno a las guerrillas.

Ha sido notoria la intromisión de Gustavo Petro, en asuntos de política interna, como ha sido con el Perú; sus disparates en foros internaciones sobre el cambio climático y, lo que es peor para la imagen de un gobernante: dar discursos en cierto estado etílico bajo la influencia del dios Baco o Dionisio. Prometió en campaña a los envejecientes ya pensionados, doblarle sus pensiones y, poco después, cuando  ya estaba en el poder, dijo que: «Había calculado mal y se me «despiporró».

La vice Francia Márquez y Mundito

No hay cosa fatal en la política que, una persona de color, marxista y resentida. Es lo peor como funcionario y ser humano que puede suceder en el ámbito del ejercicio del poder. Hay un refrán que retrata de lleno a este tipo de personas y que reza: «Si tú quieres conocer a Mundito, dale un carguito».

En efecto, al igual que su jefe político, Francia Elena Márquez Mina, siempre se valió en sus discursos políticos (llenos de disparates, falta de cultura y con un lenguaje cantinflesco) de sentirse «discriminada por su color, por se pobre y de ser rechazada por la oligarquía colombiana, por haber trabajado como empleada doméstica».

Obviamente, eso eran argumentos falsos, porque las razones eran por otras cosas, de tipo ideológico, su falta de sinceridad, su hipocresía y sus escasos conocimientos para el cargo, a pesar de  ser «abogada». El tiempo es el mejor juez y ya toda Colombia conoce quién es realmente su vicepresidenta y su desaprobación colectiva supera a la de Gustavo Petro.

Con apenas 10 meses en el puesto, la «humilde socialista» Francia Márquez, que tanto criticaba a la oligarquía colombiana, ya es vecina de muchos de ellos, pues se construyó una lujosa mansión de unos $5 mil millones de pesos colombianos, en el corregimiento de Dapa, una zona turística a las afuera de Cali, en donde viven personas de mucho poder adquisitivo.

Pero, hay que agregar, que ella va y viene a su casa, montada en un potente helicóptero de las fuerza armadas Black Hawk, cuyo costo por transporte le cuesta una millonada al erario, el cual se nutre de los contribuyentes colombianos que nunca podrán darse los lujos y poder trasladarse en aviones y helicóptero hacia su casa como lo hace diariamente Francia Márquez, la «socialista».

Recientemente, la «humilde proletaria y socialista» viajó a África dizque para «traer inversiones de ese continente para Colombia». Pero, resulta que la comitiva que la acompañó en ese viaje, con todo pagado y hospedaje en hoteles 5 estrellas, era del entorno de sus amistades, familiares y, la mayor sorpresa: su novio actual, que no es comerciante, ni inversionista y no trabaja en el gobierno. La fiesta y el boato fue impresionante, según lo reportado en los diarios.

En su campaña electoral, ella popularizó una frase-promesa que caló en el sentir del pueblo colombiano: «Los colombianos vamos a vivir sabroso». En realidad, quien está viviendo sabroso es ella y no el pueblo. Así de sencillo son estos hipócritas socialistas, que solo destilan odio y envidia cuando no son nadie, pero cuando asumen el poder, son peores que los que ellos critican.

Por esas razones y el tipo de conducta que han asumido el presidente y su vice, he manifestado que Colombia se hizo un «harikiri» político.

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