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Un mundo violento –


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EL AUTOR es ministro cristiano.

La pandemia ha dañado más el comportamiento del hombre, produciendo un mundo lleno de violencia. En ese comportamiento se ha manifestado la energía del hombre en contra de sí mismo; ésta no es un valor, sino la expresión del fracaso de la humanidad.

La violencia es antagónica al hombre, pues surge de las emociones descontroladas del mismo y por ende es una mala canalización de esa energía. Es la presencia animal del hombre, que de una manera irracional actúa, ante una situación determinada, dejando entrever su incapacidad para resolver las situaciones en que se encuentra involucrado. Por eso, la pandemia encontró un mundo desprotegido y en línea hacía la violencia.

La familia como institución que está compuesta por seres humanos, es un escenario injustificado de violencia, como una manera de falta de controlar las emociones. La sociedad es generadora de ese descontrol emocional, porque ella es el producto del junto de comportamientos de los individuos, pero a la vez ella devuelve hacía el individuo lo mismo que recibió.

De ahí que, familia y sociedad, como animal irracional se autoalimentan. Los medios de control social de la violencia, son en sí mismo víctimas y victimarios de la violencia; es decir, hay un juego desleal, comprometido y fatal entre ésos tres factores: familia, sociedad y medios de control.

La violencia física es la liberación de energías, manifestadas en golpes sobre otra persona, sea ésta niño, mujer u hombre. Sólo aquellos que no han entendido la esencia de la criatura de Dios, como seres vivos racionales, son los que usan la violencia para someter a otros a sus criterios u objetivos. En las últimas décadas, el hombre ha despertado del sueño que produce la violencia, y ha entendido que su uso es incorrecto.

Esta violencia es manifestación pecaminosa del hombre, no importando cuál sea su objeto. No se debe usar violencia contra nadie. Pero, el más fuerte quiere usarla contra el más débil, o desarmado.

La violencia psicológica es tan común como la anterior. Esta es la manifestación verbal de la violencia contra otra persona, sea niño, mujer u hombre. Como no se conoce el habla en los animales, hay que decir que el ser humano es el único ser que utiliza la violencia verbal. Esta es tan pecado como la física. Sin embargo, los cuerpos represivos evidencian esta violencia, como forma de hacerse sentir o dominar.

Cuando la persona cree tener una autoridad o superioridad sobre otro, como ser irracional, utiliza esta violencia para dominar o manipular a los demás, quienes están bajo su autoridad o poder: las mujeres sobre los niños, los hombres sobre los niños, los hombres sobre las mujeres, aunque últimamente esta última es inversa.

Hay otras violencias como la de bienes o propiedad. Esta también es dañina al ser humano, pues los bienes o propiedad se adquieren, a través de dedicar tiempo de su vida, por lo que, quitarle sus bienes es quitarle parte de la vida a las personas. Esta violencia está presente en toda forma de explotación del hombre por el hombre.

Todo aquel que quita bienes o propiedad al otro, es violento quien violenta el derecho de propiedad de otro. Esta violencia se presenta en la mayoría de los intercambios de negocios, entre las personas. Sobrevaluar una mercancía, una obra, una propiedad intelectual, física, o moral implica violencia a la propiedad. Esta violencia es pecado, indicando los pecados de robos, injusticia, estafa, entre otros.

El ser humano tiene derechos y deberes. Los derechos los determina el hombre según los tiempos, por eso, muchos derechos para el hombre, son pecados para Dios. Dios no necesariamente tiene que aceptar lo que el hombre determine por derecho. Por eso el hombre secular hace reclamo de sus derechos, mientras que el hombre cristiano renuncia a muchos de esos derechos.

Violentar los derechos del hombre puede ser un delito, pero no necesariamente un pecado, como también violentar un derecho que Dios da, siempre será un pecado, pero no necesariamente un delito. Sin embargo, los deberes no constituyen violaciones, por tanto, no hay violencia, sino incumplimiento que puede convertirse en violencia y por ende en delito y pecado.

Un mundo violento se observa mediante todas las guerras, no hay «guerras santas,» no hay guerras justas, pero mucho menos guerras buenas. Las guerras son manifestaciones de desacuerdos que violentan la vida, los recursos materiales e inmateriales del ser humano. Estas son expresiones de las incapacidades del ser humano, para solucionar las situaciones que se le presentan.

Dios no quiere que el hombre haga guerra contra otros, aunque él las permita, por el albedrío del hombre. Mientras el hombre ejerza este medio absurdo para obtener sus objetivos, demuestra ser intransigente, inmaduro y sobre todo pecador.

Un hombre que ha sido instruido en la palabra de Dios, no utiliza ningún tipo de violencia. Sabe expresar sus ideas, inconformidades sin dañar a otros. Jesucristo es nuestro ejemplo a seguir, el modelo, pues nunca uso violencia contra el prójimo. Aprendió a amar a las personas, no a las cosas; valoró a las personas, no las situaciones y; vivió valorando la paz, y no la violencia.

Por eso, hay que presentarlo como el único que da una paz diferente al mundo, sin violencia, la cual sobrepasa todo entendimiento humano. Jesucristo no fue violento, aunque fue víctima de todos tipos de violencias: Física, psicológica, y de propiedad.

JPM

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